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Por más de 40 años, el Centro de Rehabilitación y Educación Especial (CREE) del DIF Yucatán ha trazado un camino transitable para quienes por algún motivo viven con condiciones físicas o mentales fuera de lo común, contribuyendo a desestigmatizar la riqueza humana de ser diferente.

Rodeados de otras instalaciones de perfil médico, cercanas al Parque de la Paz y el Centenario, el CREE atiende a personas de todos los niveles socioeconómicos de la región en las áreas médica, psicológica y con varios tipos de terapia física, de gimnasio, ocupacional, eléctrico, con agua, junto con otros servicios integrados de enfermería y nutrición.

Como en la mayoría de los sectores, la pandemia ha pegado a los más necesitados: las restricciones de semáforos Covid, la escasez de recursos para transporte, la prioridad de enfocar los esfuerzos médicos para salvar vidas del coronavirus, entre otros factores han afectado a las instituciones de seguridad social y obligadas a replantear estrategias para quienes pueden ser definitivas en su calidad de vida e integración a la comunidad atenderse oportunamente o no, de un padecimiento especial.

Pero esos obstáculos no han sido suficientes para descontinuar por mucho tiempo servicios que para muchos, desde bebés hasta ancianos, pueden ser de vida o muerte; y desde fines del año pasado el CREE volvió parcialmente a sus actividades presenciales, incluso, para apoyar la maltrecha economía de los pacientes, de manera gratuita, sin cuota de recuperación económica. Además, programas desarrollados a distancia y por medios virtuales, y ahora enfrenta limitaciones presupuestales pues el mantenimiento de algunos equipos puede ser muy costoso. Por ejemplo, el robot de diseño suizo y fabricación alemana Lokomat, que en las últimas semanas no ha estado funcionando, tuvo un costo de 16 millones de pesos y su mantenimiento puede requerir hasta 250 mil.

En esta nueva era que vive la humanidad, este es un ejemplo que invita a voltear a ver el futuro de la rehabilitación que ya está presente; a la robótica humanista, ya un enfoque cada vez más inclusivo de quienes confirman que cuando parece perder o disminuir alguna capacidad, otras se multiplican al mil; la intelectualidad, el pensamiento, la percepción social, pero sobre todo, la capacidad de amarse a uno mismo.

El CREE, escuelita de varias generaciones de terapeutas, no está solo en esos esfuerzos: neurocirujanos, fisiatras, investigadores del centro médico “Ignacio García Téllez” del IMSS, en Mérida; el antiguo espacio que da Kerigma al neurodesarrollo en Chuburná, entre muchos otros, son muestra de que el tiempo de ver diferente ha llegado; que una persona que vive con autismo es un científico potencial; que un débil visual podría ser un Bethoveen, y que alguien en silla de ruedas puede invitarnos a ver las estrellas y su alfa y omega, como Stephen Hawking con su Teoría del Todo. Si abrimos los ojos, pero sobre todo el corazón, ya es posible percibir por aquí en derredor muchas más capacidades de ese nivel.

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