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El pueblo de Vida y Esperanza, situado a 15.8 kilómetros de Playa del Carmen, cuenta con un porcentaje del 45% de población indígena, que enfrenta la llegada del tren maya, con más vida que esperanza.

En un reportaje de The Associated Press, Luis López, de 36 años, quien trabaja en una tienda local y se opone al tren, expuso que el ferrocarril “quizá traiga beneficios, alguno bajos. Pero también trae sus contras”.

“Por ejemplo, la desforestación de los árboles, los cenotes que lo encierran, la contaminación de las aguas”, dijo al referirse a los sumideros de los que dependen los pobladores. “Pues si yo vivo en él, consumo agua en el cenote para lavar los trastes, para bañarme”. Muchos residentes, que dependen de generadores diésel, preferirían tener electricidad que un tren turístico que pasará a toda velocidad y nunca se detendrá allí.

Mario Basto, de 78 años, un residente delgado y fuerte que trabaja como jardinero, dijo que él preferiría tener una atención médica decente que el ferrocarril. “Parece que el gobierno tiene dinero del que solo necesita deshacerse, cuando hay cientos de hospitales que no tienen medicamentos”, dijo Basto.

No obstante, hay algunas personas que sí apoyan el proyecto del tren, casi en su totalidad por los trabajos que ha generado durante su construcción.

Benjamín Chim, un taxista y camionero que ya es empleado del tren maya, también perderá parte de su tierra por el proyecto. Pero dice que no le importa y señala que “va a traer beneficios en cuestión de trabajo”.

“Aunque me está quitando una partecita, para mí no simboliza nada, ya es obvio de que va a pasar, pero no me afecta en realidad, a lo contrario: creemos que va a beneficiar, va a tener trabajo. De hecho, nosotros estamos trabajando ahí”, dijo Chim.

Quienes apoyan al Gobierno han afirmado que cualquiera que se oponga al tren “no es realmente maya”. Eso no aplica para los habitantes de Vida y Esperanza, quienes juran que los espíritus mayas, conocidos como “aluxes”, habitan la selva.

Los lugareños apaciguan a los espíritus al dejar fuera un pequeño trago de vino para ellos. Los momotos cejiazules o pájaros toh, las tarántulas, las mariposas morfo azules, las iguanas y algún jaguar ocasional cruzan los caminos y la selva.

Y el proyecto también amenazaría algo más antiguo que incluso los mayas. El arqueólogo Octavio del Río descubrió restos humanos de antepasados de los mayas que pueden datar de hace 13 mil 700 años en otra red de cuevas subterráneas que le tomó a él y otros buzos un año y medio serpentear a través de un solo sistema de cavernas. “Tratar de descifrar esa historia detrás de cada uno de estos vestigios, eso es una chamba de décadas”, dijo. “Estamos corriendo el riesgo de que quede sepultado todo esto”.

El Gobierno Federal quiere terminar todo el tren en 16 meses, según sus críticos, mediante el llenado con cemento o hundir columnas de concreto en las cuevas, los únicos lugares que permitieron a los humanos sobrevivir en esta área. Pero para los habitantes del poblado, gran parte del daño ya está hecho. “Se robaron nuestra tranquilidad en el momento en que desmontaron para la vía del tren”, dijo Lidia Caamal Puc, quien lamentó ver afectadas sus tierras de cultivo por el circuito.

Sin duda, suena a una cuestión de esperanza.

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