El amor y la noche que jamás existió

Cesia S. Rodríguez Medina: El amor y la noche que jamás existió.

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Con todo esto y a decir verdad, en nuestros días,
razón y amor no hacen buenas migas
W. Shakespeare

¿Qué es el amor?, preguntó desesperadamente la reina Isabel I al bardo de Avon William Shakespeare, atormentada por no saber explicarse así misma tal “sentimiento”, ¿quién sino un poeta para describirlo? Ella, que poca suerte había tenido en la dicha del amor, suplicó que empleara toda su profunda sensibilidad y conocimiento humano para hacerle comprender con el uso de sus recursos retóricos la inmanente virtud del ser.

Aturdido por la petición, humildemente expresó que, tal vez, no se han inventado las palabras suficientes o estas ya no bastan para tan variadas cuestiones del amor. Pero, entre un sinfín de adjetivos, logró ejemplificar lo inefable, con artilugios Shakespeare muestra a la Reina las diferentes condiciones del sentimiento más antiguo del ser humano.

Así fue como estos dos personajes dialogaron en “La noche que jamás existió”, obra presentada el pasado fin de semana, con motivo de las actividades artísticas del 481 Aniversario de la Ciudad de Mérida. La puesta en escena, sin duda, es auténtica, elocuente y filosófica, de ahí que cuestionemos que el amor siga siendo un tema del que tal vez nunca lograremos concluir ni dar por absoluta una definición.

¿Se puede prescindir del amor? Realmente creo que no, pero es curioso todas las metamorfosis que este sentimiento ha tenido a través del tiempo, preguntas surgen en torno a esto, podemos decir que el amor no cambia, sino lo que cambia es la forma de manifestarse y, aunque se establece que el amor es para todos, hay quienes pasan la vida buscándolo sabiendo que jamás lo obtendrán, al menos no como lo esperan, y es que precisamente ese ideal es lo que ha llevado al hombre y a la mujer a transformarlo, e incluso decepcionarse, sobre todo, cuando la concepción se crea con base a influencias culturales e históricas, de forma que nos dejamos imponer una idea universal, no siempre correcta.

Por otro lado, buscarse una explicación ya no es algo que compete únicamente al individuo en su intimidad, comprenderlo es ya un interés científico, pero más en el sentido de cuestionar lo que se ha aprendido respecto al amor, es por eso que desde las ciencias sociales como la psicología, entre otras disciplinas, pretenden estudiar aspectos relacionados al amor y algunas de sus manifestaciones como el amor romántico y sus implicaciones, así como éste puede ser explicado desde la dimensión ideológica, cognitiva, simbólica, interactiva, relacional y moral, etcétera, como afirma Mari Luz Esteban en su artículo “El amor romántico dentro y fuera de occidente: determinismos, paradojas y visiones alternativas” (2018). De esta forma, todos somos en algún momento la Reina implorando una explicación.

Así que siempre quedarán más dudas que certezas respecto al amor, lo que sí es claro, es que al menos cada uno puede cada vez sentirse más libre de manifestar, pensar y creer lo que para sí mismo es este afecto, sentimiento o emoción, es decir, como cada uno decida redimensionar acerca del amor.

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