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En los últimos años se ha observado un auge en los proyectos, programas y acciones que se dirigen al fomento lector, posturas diversas que al final se complementan con la finalidad de mejorar tanto los indicadores sobre la lectura en el país (y el mundo), así como la experiencia lectora, es decir, elevar los niveles de compresión sobre los contenidos (sin importar el género al que pertenezcan) y valorar también el leer como un acto de placer al que cualquier ser humano debe tener derecho.

Este apogeo en torno al fomento de la lectura que, sin duda, es de suma importancia, debe acompañarse del reconocimiento a quienes plasman sus ideas, sueños, miedos, conocimientos, investigaciones y creaciones, entre otros aspectos, en los hoy diversos soportes que registran la escritura. Las y los escritores dan vida a aquello que posteriormente sirve para impulsar el acto lector. Es el esfuerzo, la dedicación y el esmero de mujeres y hombres (de todas las edades) lo que hace posible que disfrutemos de momentos de intimidad con un libro en las manos, una revista, un periódico y/o cualquier otro tipo de soporte (sea físico o digital).

El papel de las escritoras y los escritores en la historia de la humanidad es indiscutiblemente fundamental, pues, para decirlo de forma simple, sin la labor de la escritura no conoceríamos el desarrollo de nuestra propia especie, los registros tanto informativos como literarios, han contribuido a revelar la evolución humana.

La utilidad de la escritura es, en primer término, comunicativa, sin importar el género al que pertenezca, ya que todo escrito transmite un conocimiento y una serie de pensamientos que dan pistas de las inquietudes de una época, incluso, hablando de los textos de ficción, los cuales pudieran parecer distantes del contexto en el que surgen, pero que en realidad son un reflejo del mismo.

La importancia del quehacer de las escritoras y los escritores se suscribe en el compromiso que asumen con su tiempo y las obras que produzcan han de reflejar ese compromiso, aun si esto acontece de forma inconsciente o velada. Si bien son muchas las interpretaciones que se han realizado sobre la función de quienes escriben, no podemos obviar que su labor esta circunscrita irremediablemente a su tiempo y espacio. En este sentido, Jean-Paul Sartre plantea que escribir es revelar el mundo y al hacerlo se ubica ante el lector o lectora que lo presencia en un plano de la esencialidad en relación con el Ser, siendo que el mundo para el filósofo francés únicamente se revela mediante la acción (como negación y realidad).

Por su parte, Julio Cortázar interpreta a la literatura como un producto sociocultural consciente, que surge de la experiencia humana y que se plasma a través de la intensión, la fantasía y la libertad creadora “con la más entera independencia temática” y, al mismo tiempo, con “responsabilidad histórica”. Además, no debemos olvidar que la escritura es también una aliada de la reivindicación de los sectores marginados, ejemplos múltiples tenemos en la historia latinoamericana, así como es importante mencionar el llamado que realizara Virginia Woolf a las mujeres del mundo al decir: “Escribid, mujeres, escribid, que durante siglos se nos fue negado”.

Elogiar a la escritura es fomentar su lectura y reivindicar la labor desempeñada por las escritoras y los escritores, quienes con su quehacer crean otros mundos y posibilitan uno mejor con cada letra que ofrendan al devenir de los tiempos.

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