Chile, golpe y memoria
Cristóbal León Campos: Chile, golpe y memoria.
Hoy se cumplen 50 años del Golpe de Estado y el asesinato del presidente socialista chileno Salvador Allende (11 de septiembre de 1973) realizado por militares traidores comandados por Augusto Pinochet bajo el auspicio del imperialismo estadounidense, estableciéndose así una de las dictaduras más sangrientas de la historia latinoamericana. Pero, al mismo tiempo, se cumple otro año del renacer de la esperanza para un pueblo que es ejemplo y vanguardia en la dignidad.
El Gobierno de la Unidad Popular en Chile que llegó al poder el 13 de septiembre de 1970, comandado por Salvador Allende, tiene hoy una doble enseñanza. Por un lado, ejemplifica la posibilidad de encontrar puntos en común para las fuerzas de izquierda y poder establecer estrategias conjuntas para alcanzar el poder y la transformación requerida por nuestros pueblos oprimidos. Por otro lado, es un recordatorio que los sectores conservadores y neofascistas no son ni serán jamás aliados de la clase trabajadora y los sectores populares, su discurso no es otra cosa que una cortina de humo que desvirtúa la realidad del proletariado y somete las urgentes necesidades de la mayoría bajo el yugo del interés privado del capitalismo salvaje.
El Golpe de Estado fue advertido, entre otras figuras mundiales, por Fidel Castro, quien, durante su visita a Chile, advirtió a Allende sobre la importancia de organizar comités de defensa obrera-popular y de alertar de forma permanente de las amenazas y agresiones del imperialismo yanqui a la población, sin temor o tergiversación, ya que es así como la conciencia ante los opositores se fortalece.
Hoy, como desde hace mucho, el pueblo chileno, su clase obrera, su juventud, los sectores del feminismo libertario, los estudiantes y los pueblos originarios, son un ejemplo de esa esperanza que no muere con las bombas del odio ni con los campos de concentración y tortura. La memoria de Allende y miles de camaradas vive en los actos de rebeldía y resistencia popular que han puesto a Chile como una referencia de la lucha contra el neoliberalismo.
La metáfora de la apertura de las avenidas que Allende dijera en su último discurso, instantes previos a ser asesinado, es la poética libertaria que se muestra en la continuidad de las voces dignas e incorruptibles que siguen pidiendo justicia por las miles de víctimas de la dictadura de Pinochet, esas voces que se alzan ante los cuerpos mutilados, los desaparecidos, la tortura y la persecución que se volvió exilio. Y, asimismo, es la razón de quienes en silencio y clandestinidad continuaron la esperanza desde las trincheras de las sombras urbanas vestidas de militancia insurgente.
Las llagas del dolor aún agitan los campos de concentración de fascismo chileno que, desprovisto de atisbos de humanidad, sangró a toda la nación sudamericana y laceró a cada uno de los pueblos de Nuestra América, sin que la esperanza perdiera terreno, y no hablo de romanticismo ciego ni de utopías insustanciales, hablo de la resiliencia del ideal que fue postergado por las balas de la ignominia, pero aún alienta las marchas que transitan las calles empedradas por el odio neofascista que busca regresar.
La memoria del Golpe de Estado, de la dictadura y de la violación del derecho humano con una Constitución hoy cuestionada, es la memoria de los pueblos que renacen para continuar construyendo libertad, justicia y un porvenir humano. Los golpes quedan en la memoria para caminar hasta que ya no sea necesario recordarlos, pero, hoy aún no podemos olvidar…