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El mundo de los libros atrajo mi atención desde la juventud, si bien comencé a leer intermitentemente un poco antes, cuando por curiosidad e interés temático me acercaba al viejo librero de mis padres donde ediciones comerciales de novelas clásicas y libros de historia aguardaban la llegada de su tiempo para compartir sus secretos, mi devoción por las ediciones impresas va más allá de la lectura, y se interconecta con el mundo editorial y los procesos a través de los cuales se producen los libros, revistas y periódicos, sea como escritor, editor o lector, pues creo que cada uno en su labor es tan importante como el otro, aunque sean los autores y autoras quienes se visten de gloria o en ocasiones reciben las más despiadadas críticas, en todo caso, cada uno cumple una función indispensable.

Los libros han marcado la historia de la humanidad desde que surgió la escritura, en ellos, independientemente de su formato, se resguarda la memoria de los pueblos, sus procesos de desarrollo como también las tragedias más grandes, pero, sin lugar a dudas, en los libros encontramos incluso aquello que no se ha escrito, pues los silencios en las historias y las ausencias en las narraciones son indicadores de las épocas que hemos transitado como humanidad, como, por ejemplo, la historia de las mujeres, de los pueblos originarios, de los proletarios y oprimidos del mundo, ya que no debemos olvidar a la hora de leer, que cada discurso escrito responde a su tiempo y a las ideas de su época, muchas veces haciendo eco de la ideología dominante, siendo en muchos casos que el interés del texto busca engrandecer a unos y ocultar a otros y/o otras, y esto aplica también para aquellos escritos que parecieran tratar temáticas totalmente ausentes en nuestras realidades, como la ciencia ficción.

La lectura es una herramienta poderosa de transformación social, no por nada durante siglos existió el Index Librorum Prohibitorum que prohibía infinidad de lecturas que cuestionaban el statu quo y las ideas religiosas como ejes de vida impuestos a la fuerza, y hasta hoy la censura es una estrategia de neutralización de ideas y autores u autoras que con sus escritos ponen en juicio las injusticias del mundo y buscan un cambio a favor de los sectores y clases oprimidas. Pero ojo, la lectura es también un arma de dominación, pues a través de libros a modo de los intereses de los poderes establecidos se siguen difundiendo ideas machistas, racistas, clasistas, y de todo tipo de hegemonía, cuyo origen es la búsqueda de dominación. Por eso, la lectura es también un arma de doble filo que puede liberar o seguir sometiendo, y, ante esto, no nos queda más que seguir leyendo para poder diferenciar los fines primeros y últimos de cada escrito.

La escritura es un ejercicio liberador, tanto de emociones como de ideas, pero en su ejercicio los caminos sinuosos de lo mundano suelen desbocar las pasiones más ocultas de los autores y las autoras, y claro, hay grandes obras que hoy son clásicas por su estilo y por la forma en que se han acercado a la realidad de su tiempo. En la literatura la belleza estética hace gala de la maestría con las letras y en las obras de corte social y científico la razón se sobrepone al juicio de los sentidos, pero a fin de cuentas el mensaje que se trasmite tiene un fin y un sujeto al que llevará las ideas primigenias de su origen. Así, desde tiempo atrás, me incliné por la historia y la política, y con el paso de los años por la filosofía, la sociología y la antropología, para luego ir descendiendo a la literatura, sobre todo el ensayo, la poesía y la novela, puesto que la búsqueda de las razones de este mundo a cada uno nos hace transitar por los senderos de las palabras sin importar los géneros, siempre que busquemos algo más que sólo placer.

La edición de los textos, su corrección y composición en un formato de terminado, son labores indispensables que han pasado siempre ha segundo plano, olvidándose que muchas de las grandes obras lo son por el trabajo del editor o editora, sin cuya figura el autor u autora no habría logrado transmitir con fidelidad su mensaje. Esto me parece hoy todavía más importante, ya que la diversidad de formatos, impresos y digitales, hacen del mundo editorial un universo más amplio y complejo cada día, donde la palabra debe mandar por encima de los egos y las pasiones mundanas, pues como se sabe, por más grandeza reunida, con el paso del tiempo sólo polvo seremos.

La lectura me ha acompañado, en el ocio culposo de la libertad de hacer lo que deseo, así como en las jornadas laborales que cotidianamente enfrento, de ella he tomado la costumbre de acompañarme con libros, revistas y periódicos, ya que ese aroma me transporta, incluso, sin haber comenzado a leer. Aún hoy, en plena revolución digital, sigo prefiriendo tener entre mis manos un impreso cuya textura me hace imaginar esos procesos editoriales que hay detrás de su existencia, y quienes no nacimos bajo el prodigio del saber innato, sabemos que la lectura cuesta, tanto recursos materiales en un mundo tan desigual, como esfuerzo diario por ser un poco mejor, o al menos intentarlo.

Disfruto el sonido de la imprenta cuando por sus rotativas van pasando las páginas que darán forma a una edición, la mezcla del olor con la emoción de ver materializado el trabajo de muchos con las ideas de otros y otras más, es algo que no sé describir, pero sí valorar, y de los libros e impresos que he leído, extraigo las fuerzas para seguir creyendo que, si bien la lectura no nos hace mejores personas, sí podemos cambiar este mundo hostil y a veces sumamente inhumano. Así que leamos y seamos libres…

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