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Viviré para verla vivir sobre la muerte
y arrasar las paredes del terror que erigieron.
Ya que hoy aún libra lucha
contra esas maldiciones,
canto la poesía de mis compañeros.
Soledad Bravo (1973)

“¿Qué hay amigo al otro lado del silencio?”, se cuestiona un estribillo de la melodía de Ángeles del Infierno, en referencia a esas ausencias que siguen rondando nuestra existencia, quizás como recordatorio de lo efímero que somos los seres humanos, o tal vez por aquello inconcluso que la muerte postergó al infinito tras la sorpresa de su llegada; en todo caso, hoy como ayer, la ideación camina junto al vino que recrea el amargo pudor de la memoria.

No son días fáciles, el invierno y su proximidad hace presente los sonidos de las sombras, esas que como fantasmas acompañan la noche de esta existencia. “Tu nombre escrito en una pared con el viento hablará”, prosigue la melodía presidiendo el solo de guitarra que rasga las entrañas de un llanto al ritmo del frenesí, no hay pues espacio para el arrepentimiento en este andar subterráneo de aquellos que aceptamos como nuestra la fragancia de la agonía.

En estas horas, cuando los fantasmas rondan el amanecer, pienso en los días transcurridos sin el respiro de la esperanza, ese pesar silencioso que llaga el alma como carcomiendo la ilusión de manera sutil, y, en otra estrofa, la canción regresa con su fuerza para ocultar los linderos de la cordura: “imágenes que no se han borrado / de un pasado feliz. / Sueños que nunca llegarán / a hacerse realidad”. Y me pregunto ¿qué es la realidad si todo pareciera desvanecerse con sólo nombrarlo?

“Canciones que recuerdan lugares / suenan para ti / palabras que nunca he olvidado”, ¿cómo olvidar si aún hoy miro los ojos del dolor cuya cuna impune sonríe en la gloria de la historia?, ¿acaso no habrá forma de desvelar la infamia que oculta las verdades más atroces?, hoy siento que no tengo respuestas, simplemente es tiempo de que el agua corra por el río sin dejar rastro, no hay forma de moldear el perdón para aquellos que con saña sembraron la muerte en los rincones de la geografía patria.

Recuerdo la oscuridad de las montañas, el silencio de sus noches y los sonidos de sus amaneceres, ahí donde dialogan los seres con sus almas, donde buscamos explicarnos las razones que hasta hoy no conocemos, y traigo al presente las voces de quienes dieron todo para quedarse ahí, sólo ahí, entre los senderos de un mañana que no llega y la injusticia abrazadora que todo deshace, es a ellos a quienes debo la vida y por cuya travesía anda el desgarre de los sueños, no se puede de otra forma, solamente es esta la manera que conozco de honrar los huertos sembrados con la sangre hermana ofrendada a la gloria de los pueblos.

No conozco remedio a la afonía que ahora escucho, y no sé hasta dónde deba resistir el llamado de las horas que abanderan las cornetas, tal vez vaya siendo el momento de volver a deshacer los nudos y mirar de nuevo a las sombras que danzan sin temor consigo mismas; en todo caso, por hoy y por ahora, me queda únicamente escuchar al silencio…

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