Sartre y la libertad innegable
Cristóbal León Campos: Sartre y la libertad innegable.
Uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX fue JeanPaul Sartre, quien nació el 21 de junio de 1905, hace 119 años. Su obra, principalmente sustentada en la filosofía existencialista, de la cual es uno de sus mayores representantes junto con Simone de Beauvoir, abarca casi todos los géneros literarios, y dejó para la posteridad libros profundos de filosofía como “El ser y la nada”, “Bosquejos de una teoría de las emociones”, “El existencialismo es un humanismo”, “Palabras”, y “Crítica de la razón dialéctica” (dos volúmenes), siendo esta última, una de sus grandes reflexiones que lo llevaron a decir que el marxismo es “la insuperable filosofía de nuestro tiempo”.
Sartre vivió en el convulso transitar de la hegemonía de occidente y también en su decadencia resultado de su lógica interna, o lo que el escritor cubano Alejo Carpentier llamara como el ocaso de Europa, refiriéndose a la autodestrucción acontecida durante las guerras mundiales. Y es que el filósofo francés no bebió de la copa del desasosiego dominante ante la devastación, pero sí tomó de la época esas mismas emociones colectivas de agonía, para desarrollar sus obras y reflexiones, que, aunque pudiera no parecer, son tratados de la esperanza, pues el existencialismo no sólo busca la razón del ser en este mundo, sino que se suma a la necesidad de comprender el porqué y el para qué de la existencia humana.
La vida de Sartre fue convulsa por su compromiso, por el desarrollo de su pensamiento vinculado al acontecer de su sociedad y del mundo, sus reflexiones no son ajenas a las agonías colectivas ni cerraron los ojos ante el desprendimiento del sentido humano por el avance de occidente, al contrario, su actividad intelectual se nutrió de su praxis política que palpó la explotación de la clase obrera y cuestionó la razón de ser de los intelectuales.
En la búsqueda de respuestas que marcó el derrotero filosófico de Sartre, la presencia de la libertad ante las formas opresivas tiene un lugar esencial, su frase paradójica que dice: “estamos condenados a ser libres”, se refiere a esa condición absoluta de la libertad para el ser humano, de la cual no hay forma de renunciar, pues el hecho mismo de querer dejar de ser libres será también una decisión libre, lo que dejaría a plena luz la libertad al querer negarla, y claro, sin olvidar al concepto de situación. Justamente, esta última característica, la que nos hace reconocer la libertad al querer negarla, es la que se vincula con el compromiso que Sartre ejerció en su vida como intelectual, sus escritos se comprometieron con el tiempo que vivió, transgredieron los cenáculos del saber, que anquilosados buscaban neutralidad en un mundo caótico y en el que la neutralidad es, al fin, también una elección libre.
La intención de Sartre de contribuir a revitalizar al marxismo en un periódico en el que el dogmatismo comenzaba a carcomerlo, es un ejercicio valiente y creativo, la suma del existencialismo y el marxismo, contradictoria, pero no imposible del todo, quedó como una de las transgresiones canónicas a las que el filósofo francés dedicó tiempo, sin importar que para muchos pensadores que hoy lo juzgan esa odisea no resultó como se quiso. Hoy, el compromiso o la negación de él, ante tanta barbarie e injusticia en el mundo, es también un ejercicio de la libertad, pues quienes hoy estamos de lado de los proletarios y los pueblos del mundo, hemos, sin duda, elegido ser libres.