Roldán y la permanencia de lo escrito
Cristóbal León Campos: Roldán y la permanencia de lo escrito.
En más de una ocasión el maestro Roldán Peniche Barrera citó de forma escrita o verbal la expresión en latín “Verba volant, scripta manent”, lo que traducido de forma literal significa “Las palabras vuelan, lo escrito queda”. Y es así, al recibir la noticia de su fallecimiento, el pasado martes 6 de agosto, no puede uno menos que recordar de forma instantánea alguna de sus obras, al igual que su gentileza de trato y palabra.
Roldán fue maestro de profesión al graduarse de la Escuela Normal “Rodolfo Menéndez de la Peña” y ejercer la docencia durante varios años, pero sobre todo fue maestro de muchas generaciones de escritores y escritoras y de grupos literarios por el reconocimiento que se ganó de quienes le conocimos, siempre como un buen amigo compartiendo la bohemia de un café o una cerveza, sabiendo que la charla es la mejor forma de transmisión de conocimientos sin perder en lo ameno la seriedad requerida, según el tema o la ocasión. Asimismo, su dedicación a las letras le permitió dejar su huella en la literatura peninsular al evocar figuras, personajes y mitos de la cosmología y cosmovisión maya y mestiza, esa mezcla tan particular que da sentido al saber de nuestra región, en la que el conocimiento se vuelve metáfora y esa misma se transforma en verdad para explicarnos de manera diversa los acontecimientos cotidianos y sorprendentes del “Yucatán Insólito” que tanto lo apasionó.
Su obra intelectual no dejó género sin cultivar, escribió poesía para expresar esas emociones humanas que todos vivimos, pero también para trasmitir las vivencias del ser humano, en particular aquellas que fue creando en su andar por más de 10 años en los Estados Unidos como un migrante más que debió sortear los retos de una nación como esa, además de la distancia de la tierra de origen y las nostalgias propias de una travesía así, y a la vez plasmó en sus ensayos historias que fue recuperando de la memoria de tantas gentes con las que compartió instantes y que nutrieron su insaciable búsqueda de información, ya sea a través de charlas-entrevistas o de la revisión documental y/o hemerográfica, datos con los que alimentó su tan leída y amena sección “Yucatán Insólito” que publicó por años en el Por Esto!, o las secciones culturales y periodísticas que desarrolló en medios como el Diario del Sureste, al igual que con textos que integraron algunos de sus libros como “Yucatán : ensayos históricos y literarios” y “Memoria de los cafés de Mérida”.
Quizás sus obras más conocidas sean sus novelas, en las que recreó ese imaginario cultural propio del Mayab, dando nuevamente vida a personajes históricos como Canek, al que supo reinterpretar en más de una ocasión, o a seres mitológicos que guardan un lugar significativo en las explicaciones cosmológicas de los saberes que nos distinguen como yucatecos y peninsulares, sobresaliendo títulos como “El libro de los fantasmas mayas”, “La sublevación del brujo Jacinto Canek”, “Yum Pol, el Escriba de Dios”, “La Pasión según Cristóbal Cupul”, “Mitología maya: serpientes, gigantes y pájaros mágicos”, “Dioses Mayas, el Panteón Sagrado de los Mayas”, “Historia del héroe y el demonio del Noveno Infierno” y su conocida novela “Canek”.
Roldán tiene un lugar seguro en el canon literario peninsular, y no es que él lo buscará, pues es conocida su humildad y sencillez, misma que le otorgó el cariño de sus lectores y conocidos, aunque –y hay que decirlo- también padeció ese mal que tantas luminarias en diversas áreas de la cultura sufren, una especie de olvido burocrático que condena a los grandes creadores y creadoras a pasar sus últimos tiempos sorteando la escasez económica, mas no la afectiva, pues sus amigos y familiares nunca lo descuidaron, pero estas situaciones sí nos conducen a desear que en los próximos cambios culturales ese olvido recurrente quede atrás.
Ahora, Roldán se ha marchado para quedarse, su entrada al parnaso mitológico de la literatura y la cultura peninsular le dan ese lugar muy suyo, a lado de otras plumas y voces de su generación, misma que ha dejado cimientos firmes para quienes andamos en esta época. Queda aún mucho por decir de él, pero como toda palabra dicha el viento la diluye, y lo escrito, sus escritos, son lo que lo harán perdurar en la memoria imborrable de su amado Mayab.