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El pedagogo brasileño Paulo Freire, cuyo pensamiento y obra intelectual abrieron nuevos senderos en la problematización del quehacer educativo en su natal Brasil y en toda América Latina y el Caribe, sobre todo en los procesos de alfabetización y en la generación de un pensamiento crítico socialmente comprometido ante lo que conceptualizó como educación bancaria e individualista, misma que redujo el proceso educativo a un mecanicismo alienante a favor del interés capitalista, hoy en día conserva su vigencia por sus ideas revolucionarias que han sido puestas en práctica en una diversidad de proyectos de educación popular y emancipatorios, tanto desde la organización colectiva y comunal de los oprimidos hasta su inclusión en la reestruturación de la política educativa de gobiernos progresistas o de izquierda que han proyectado redireccionar la función social de la escuela y de los saberes que en ella se enseñan.

Y en ese contexto, durante los últimos años, en México a raíz de la implementación de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) impulsada por el gobierno de federal de Morena, la obra y el ideario de Freire ha regresado al debate público y académico en torno a la búsqueda de una transformación educativa que contribuya al mejoramiento social, tanto en términos estrictos de los resultados cíclicos y programáticos de la enseñanza regidos por la política, así como en relación a sus aportes y utilidad para la generación de nuevos ciudadanos críticos y socialmente comprometidos con las diversas realidades que cada uno de los contextos particulares del país ofrece, y a la vez en la construcción general de la nación, partiendo ahora –al menos discursivamente- desde la colectividad y solidaridad, y ya no desde la individualidad y la competencia.

En ese entramado de transformación que se vive en la educación y la sociedad, Freire recupera su esencia crítica al ser puesto por un sector de docentes a juicio ante la realidad concreta, donde la desigualdad y la marginación siguen siendo retos a superar, y en la que los preceptos del humanismo se relacionan con los de las colectividades y los saberes comunitarios, generando un ejercicio realmente socializador de la mirada emancipadora del pedagogo brasileño, pero sin olvidar las contradicciones siempre existentes y que generan la dialéctica social. Ahí, en el contacto con la realidad y las necesidades comunitarias, al igual que ante los contextos diversos, las propuestas de Freire -con fundamentos de origen marxista- van mostrando su vitalidad como, por ejemplo, su comprensión de la lectura ya no como un acto técnico, sino como una herramienta de la concientización crítica del docente-alumno y de la transformación social, es decir, la lectura no sólo instruye, sino que esencialmente transforma, ya que posibilita la libertad individual y social.

En obras como “La importancia de leer y el proceso de liberación”, Freire argumenta que la lectura debe superar la decodificación de palabras, para convertirse en un medio que propicie la consciencia crítica sobre el mundo y la realidad social. Así, la lectura se transforma en un acto de reflexión y de conocimiento de las estructuras sociopolíticas y económicas en las que vivimos. Además, la lectura no debe reducirse a la transmisión de conocimientos, sino que debe ser un proceso liberador, y junto a la escritura son fuentes de libertad al ser realizadas en el proceso de comprensión de la realidad y el cuestionamiento de la misma, analizando las desigualdades e injusticias que se viven. Para Freire el desarrollo de capacidades para una lectura crítica y reflexiva es la base de la liberación personal y colectiva.

Un aspecto importante en el ideario de Freire es el planteamiento de la educación liberadora, ya que la lectura del mundo ha de ser también base para el cuestionamiento de las estructuras de poder que se resisten a la transformación social y pretenden mantener el status quo que oprime a los sectores vilipendiados, por ello la educación es emancipadora cuando lucha por superar las estructuras de opresión y promueve un cambio estructural en la sociedad, siempre a favor de los desposeídos, y en un contexto regional como el de nuestra América ha de ser descolonizadora del saber impuesto por Occidente. Para Freire las bases de la lectura y la educación libertadora son, entre otras, el diálogo entre los sujetos sociales necesitados, el pensamiento crítico, la organización colectiva y la acción revolucionaria o transformadora. Y en este sentido, además de los cambios curriculares y programáticos de la educación, se requiere un cambio social para poder hablar de transformaciones verdaderas.

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