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Eran los primeros años de la década de 1970. Gigantescos buques-tanques de Pemex fondeaban en la Base de Icacos, sede de la Fuerza Naval del Pacífico, en Acapulco, casi besando la playa para descargar en un par de días sus miles de toneladas de combustibles mientras emergía su impresionante obra viva.

Los veíamos desde nuestros guardacostas de la Armada abarloados en el muelle, con “envidia de la buena”. Muchos deseaban embarcarse en alguno de esos buques petroleros, que por entonces llevaban nombres como Ignacio Allende, Guadalupe Victoria, Abelardo L. Rodríguez, Lázaro Cárdenas, y cuyas tripulaciones integraban apenas una veintena de marinos.

Cien mil pesos –se decía– costaba una plaza en la petrolera, que se recuperaban en un par de años, por los sueldos privilegiados y otras prestaciones a los trabajadores, que actualmente pocos mantienen. Varios buzos de la Primera Compañía de Trabajos Submarinos, e incluso ingenieros mecánicos navales egresados de la Heroica Escuela Naval escucharon el canto de las sirenas y migraron a Pemex (otros lo hicieron a la CFE cuando realmente era una “empresa productiva del Estado”) en busca de mejor futuro. Lo paradójico: ahora la Marina construye algunos barcos para Petróleos Mexicanos.

Eran tiempos del presidente Luis Echeverría Álvarez; Antonio Dovalí Jaime dirigía la pujante paraestatal, y Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, estaba en el apogeo de su poder al frente del sindicato petrolero fundado en 1935, poder que le duraría sólo un par de sexenios más.

Pemex despuntaba como la empresa que más recursos aportaba a la nación. Las plataformas en el Golfo de México daban vida y progreso a Ciudad del Carmen y Campeche, y sus refinerías, a lugares como Ciudad Madero, Salamanca, Coatzacoalcos o Salina Cruz. Apenas en 1971, el pescador Rudecindo Cantarell había descubierto una mancha de aceite que brotaba en el mar campechano. Ocho años después, la producción del pozo “Chac” marcaría el principio de la explotación de uno de los yacimientos más grandes del mundo: “Cantarell”.

Años después, con el boom petrolero, José López Portillo nos exhortó a prepararnos para “administrar la abundancia” del oro negro… que nunca ocurrió. Lo que sí sucedió fue el escándalo de Jorge Díaz Serrano, acusado de un fraude por 35 millones de dólares por comprar buques-tanques a sobreprecio durante su gestión al frente de Pemex, y la paraestatal siguió siendo la caja chica del sindicato, del Gobierno y de sus directores; Emilio Lozoya Austin sólo es el más reciente implicado en un mega-fraude.

En el periodo de antes –el “neoliberal”– existieron empresas e instituciones como la mencionada CFE, Ferrocarriles Nacionales (y del Sureste), el Instituto Mexicano del Seguro Social (orgullo del Gobierno), Altos Hornos de México, el IMPI (ahora DIF), Conasupo, etc., que contribuyeron al progreso del país y al desarrollo de los mexicanos. Hoy, el panorama es otro: Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo (diriga por un ingeniero ¡agrónomo!), según datos recientes de agencias calificadoras, un hecho minimizado por el Gobierno Federal, como la “pequeña fuga” de crudo en el Golfo de México y otros incidentes en plataformas y refinerías.

Anexo “1”

El sindicalismo

El sindicalismo también ha contribuido al declive de Petróleos Mexicanos. De hecho, muchas agrupaciones han estado en manos de los mismos dirigentes por décadas, lo que les ha permitido acumular gran poder político (ser legisladores ha sido su mejor escudo) y económico (no hay líder sindical pobre en México). Y no solo nacionales, también hay liderazgos locales que por años se han servido de las cuotas de los trabajadores para obtener canonjías, prebendas y cotos de poder en los gobiernos, a quienes sirven de corifeos.

Déjenme centrar estos acaecimientos con un hecho que puede dar luz a esta percepción: La expropiación petrolera de 1938 se dio precisamente porque el presidente Lázaro Cárdenas defendió al sindicato de petroleros, creado en 1935, contra los abusos de las empresas extranjeras que explotaban el entonces llamado “oro negro”, y es triste constatar que, paradójicamente, años después, ese mismo sindicato (sus líderes, con el consentimiento de los gobiernos) contribuyeron a que Pemex hoy sea una empresa en quiebra.

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