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Está inmersa en nuestra vida cotidiana, pero poco conocemos de ella. A nivel empresarial se habla de cadenas de suministros, de clúster o plataformas logísticas. Este término lo asocio con los despenseros de la Armada, que siempre tenían lo necesario para la alimentación del personal en los barcos (más cuando se cumplían varios días navegando) o dependencias en tierra. Pero no eran los únicos responsables de mantener la operatividad, también los jefes de máquinas, los intendentes y oficinistas (pago de haberes), entre otros.

La logística la aplicamos incluso en nuestra vida diaria. Por ejemplo, los jefes de familia somos los proveedores y las amas de casa las administradoras. Cada actividad requiere de este abastecimiento puntual y efectivo para su funcionamiento y como parte de ella, algo indispensable: la organización. Mientras que para los políticos organizar un mitin requiere disponer de autobuses para llevar a los “acarreados” y proporcionarles la torta y el refresco, en las grandes empresas la logística implica desde la recepción de sus insumos, la elaboración del bien o servicio y su envío al destino final. La mayoría de las personas realizamos nuestras actividades diarias sin preguntarnos de dónde viene tal o cuál producto y todo el camino recorrido para obtenerlo.

Hemos comentado en otros Acaecimientos, que todos los buques de guerra tienen un Plan General –ejemplo de organización y eficiencia– que establece perfectamente qué función corresponde a cada tripulante (desde el comandante hasta el marinero más bisoño) en los diversos zafarranchos (ejercicios) que se realizan, como el zarpe y atraque, de combate o de abandono de buque. Este plan privilegia la seguridad, tanto del buque como de los marinos, porque uno requiere de todos, y es posible que todos dependan de un solo hombre.

En las fuerzas armadas la logística es de vital importancia para garantizar la obtención y distribución de las necesidades financieras, humanas, materiales y de equipo para las diversas misiones, tanto que desde hace algunos años la H. Escuela Naval ofrece la carrera de ingeniería en logística naval. También varias universidades, sobre todo del centro y norte del país, tienen carreras como ingeniería en logística, expertos en logística o ingeniería en logística y transporte; algunas se ofrecen en línea. Con la llegada cada vez más de grandes empresas, quizás pronto se ofrezca esta preparación en las universidades de Yucatán.

Mientras tanto, sería bueno que algunas dependencias gubernamentales comiencen a aplicar estos principios básicos de logística y organización, empezando por lo más sencillo: los servicios públicos. Por ejemplo, que cuando la Japay repare una fuga, enseguida tapen la excavación y retiren el escombro, que dura varios días, azolva las rejillas y crean otro problema; que el bacheo se haga con calidad y sea supervisado para evitar que sólo dejen plastas de asfalto, pues pronto vuelve a surgir el bache; o con el nuevo sistema de transporte “Va y Ven”, que en horas “pico” es insuficiente en algunas rutas y no se prevé incorporar otra unidad, lo que prolonga la espera de usuarios, bajo los rayos del Sol o la lluvia (hacen falta parabuses). Hay bastante tela de dónde cortar.

Anexo "1"

El comisariato de Cortés

Durante nuestra estancia de casi un año en el Sector Naval de Puerto Cortés, BCS, (1997-1998) vivimos la gran experiencia de una logística que funcionaba como relojito. Estando a cargo del Comisariato (tienda) que surtía al personal naval y sus familiares, así como a las decenas de familias de Alcatraz, un pueblito de pescadores; era responsable de mantenerlo bien surtido porque se vendía prácticamente de todo, desde tortillas hasta abarrotes, pasando por carnes, verduras, agua embotellada, refrescos, etc.

Dos veces a la semana, el oficial logístico partía con la lista de compras y el dinero del comisariato y las del despensero (nuestro gran compañero y amigo, el Tte. Rubén González), a bordo del buque patrulla “Laguna de Catemaco”, que zarpaba muy temprano y unas tres horas después atracaba en Puerto San Carlos, y de ahí en camioneta a Ciudad Constitución a surtirse con los proveedores habituales. El barco retornaba por la noche y todo el personal de Clases y Marinería participaba en la descarga de productos hasta el local del comisariato, donde se verificaba (junto con el oficial de cuartel) lo que había llegado. Una vez terminada la descarga, a poner precios, sobre todo a los perecederos, para estar listos para la venta del día siguiente. Y luego, registrar las facturas porque se hacía inventario cada mes.

El comisariato dejaba buenas ganancias, gracias a esa logística, organización y supervisión. Cuando partimos tuvimos la satisfacción de hacer la entrega sin novedad, lo que valió que nos designaran como administrador de la Tienda de Marina del Sector Naval de La Pesca, de donde desembarcamos de la Armada (en 1999), por retiro voluntario.

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