Sancionar a los mal portados

Daniel Uicab Alonzo: Sancionar a los mal portados.

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Alguien debe asesorar al Ejecutivo sobre las fuerzas armadas (y sobre otros temas), pues con frecuencia expresa “verdades de Perogrullo”, que son motivo de réplicas o correcciones. Esta semana envió a la Cámara de Diputados una iniciativa para combatir la deserción y sancionar con expulsión a los “mal portados” de escuelas militares.

Se trata de reformas a las leyes Orgánica y de Disciplina del Ejército y Fuerza Aérea, en materia de “disciplina de discentes” (estudiantes), que propone dar de baja a elementos que reincidan en actos de indisciplina. Se argumenta en la propuesta presidencial que, en los últimos años, estos casos han aumentado “significativamente”: del 2019 al 2022 se registraron 7,029 y durante el sexenio incrementaron 84% por ciento, pero han seguido en la institución. En 2019 hubo 1,311 y en 2022 se registraron 2,417. “No son suficientes las sanciones actuales”, afirma la iniciativa.

Con ese argumento se propone que sean dados de baja quienes tengan mala conducta, determinada por Consejo de Honor, o por estar en situación de no poder cumplir con sus obligaciones militares, tratándose del personal de tropa, oficiales clase auxiliar y de estudiantes-cadetes del sistema educativo militar.

Por lo menos, en la Armada de México estas iniciativas se aplican tanto en las dependencias, buques y establecimientos, como en los planteles navales, donde incluso los cadetes son expulsados si reprueban determinado número de materias (después de brindarles oportunidades de recuperación), habida cuenta de que la educación que reciben es gratuita, son becados y se infiere que son seleccionados los mejores, de los que se espera su mayor esfuerzo para aprovechar la oportunidad que les brinda el país y la institución.

Además, en el Ejército y en la Marina (así como otras corporaciones como la Guardia Nacional y policías) prevalecen los “correctivos disciplinarios”, un eufemismo para referirse a los arrestos, pero también hay amonestaciones, que se hacen constar en las hojas de actuación y memoriales de servicios del personal. Acumular cierto número de esos correctivos es motivo para ser llamado a Consejo de Honor, que aplica otro tipo de sanciones, incluso la separación de la institución.

Esta situación se aplica incluso en escuelas públicas y privadas. Seguramente usted conoce de alumnos expulsados, por lo general en secundaria o preparatoria (la edad “difícil”), por actos de indisciplina y/o por tener bajo rendimiento escolar. También existen en el ámbito laboral, pues hay empresas donde sus lineamientos y códigos de conducta prevén la sanción de esas y otros comportamientos reprobables. Por ello, establecer medidas disciplinarias es correcto, la gente (militares, estudiantes, trabajadores) debe tener en cuenta que todo acto negativo tendrá una consecuencia, y esto es sano para la buena marcha de las actividades académicas, laborales o de cualquier índole, donde quiera que se cometan. Por eso deben empezar en casa.

La iniciativa también propone que el personal que desempeñe actividades en materia de seguridad pública, seguridad interior, apoyo a la población civil y operaciones de paz, se le abone el doble del tiempo de servicios, como a los que están en campaña.

Anexo “1”

 

La buena estrella

 

La semana pasada vivimos uno de los mejores acaecimientos en nuestra bitácora: el 12 de octubre recibí en el Teatro Juárez de la ciudad de Oaxaca, el premio al Primer Lugar del XXXVII Concurso Literario de Prosa y Poesía “Timón de Oro”, que organiza la Asociación de la H. Escuela Naval Militar.Participamos en la categoría de Personal Naval (en activo y en retiro), en el género de prosa, con un cuento iniciado como “cadáver exquisito”. El certamen premia a los mejores trabajos de ambas categorías y géneros, 12 en total. El jurado estuvo integrado por cuatro personalidades del ámbito de cultura de Oaxaca. Nuestro trabajo, salpicado de metáforas y vivencias en la Armada nos trajo “La buena estrella”, como titulé mi historia.

Anexo “2”

Reencuentros

Apenas ingresé al Teatro Juárez,un almirante me tomó del brazo: “Ahí está el almirante Gómez Vite”, me dijo. El recinto estaba casi en penumbras previo a la premiación; subí rápido las escalinatas mientras él vicealmirante retirado, René Oliverio Gómez Vite, bajaba apresurado a mi encuentro y nos fundimos en un abrazo. Intercambiábamos breves palabras de forma atropellada, emocionados por volver a encontrarnos después de 45 años en que coincidimos en la ex Compañía de Infantería de Marina No. 4, cuandoél era teniente de corbeta y yo, cabo; desde ahí surgió la afinidad que se volvió amistad y decantó en una relación fraterna que ha prevalecido a través de los años y a pesar de la distancia.

Antes, en el vuelo de México a Oaxaca, al ocupar mi asiento, en el de adelante alguien me llamó por mi apellido, era el teniente de navío en retiro Bernardo Meneses Gómez, quien en 1993 me relevó de un cargo en el Batallón de Infantería de Marina en Chetumal, al asumir yo otro en la Zona Naval. Él ganó el primer lugar de Poesía;compartimos varios momentos en esa brevísima estancia en Oaxaca, recordando anécdotas de nuestra alma mater, el Centro de Capacitación de la Armada.No cabe duda que “el mar nos mantiene unidos”.

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