Cuándo cambiar de rumbo
Daniel Uicab Alonzo: Cuándo cambiar de rumbo.
Durante la navegación, en los grandes buques (mercantes o de guerra), luego del forte de babor y estribor de guardia –fin de la maniobra de zarpe–, el comandante traza en el puente de mando el rumbo inicial y da indicaciones al Oficial de Operaciones, quien a su vez la transmite al oficial que inicia la primera guardia de mar. Frecuentemente, el comandante retorna al puente a comprobar el rumbo aguja y el rumbo verdadero, pedir que le “canten el rumbo” y, en su caso, hacer las correcciones pertinentes.
Lejos de pretender dar lecciones de navegación, sirva esta introducción para transpolar esa norma a la vida misma, a las empresas y, en particular, a las formas de Gobierno, porque, muy pocos gobernantes (sólo grandes estadistas que registra la historia) vigilan el rumbo de esa gran nave llamada país que se les confiere temporalmente, y lo modifican cuando es necesario, en aras de la seguridad y bienestar de su tripulación, es decir, los ciudadanos. Algunos, por el contrario, tratan de minimizar pifias, insisten en mantener el rumbo, hacen zozobrar el buque y, en el menor de los casos, lo dejan encallado.
Haciendo una analogía, es evidente que en este Gobierno de la 4T ha sido necesario y urgente corregir algunas decisiones desde el inicio de su travesía, pero no se ha querido y esto ha traído consecuencias. Por ejemplo, no se admite el fracaso en la estrategia de seguridad (las estadísticas lo señalan) y se sigue apostando a la Guardia Nacional, como se hizo con la Policía Federal (de Felipe Calderón) o la Gendarmería (de Peña Nieto). En Salud, el abortado Insabi evidencia que se erró al desaparecer el Seguro Popular. En Protección Civil, el huracán que golpeó a Acapulco reveló la pésima decisión de colocar a una historiadora de arte al frente de una dependencia que debe ofrecer prevención, auxilio y recuperación frente a los desastres.
Y así podríamos seguir con una larga lista de funcionarios al frente de dependencias y cargos cuyas elecciones han sido desafortunadas, pero se sostienen porque la lealtad importa más que la capacidad o los méritos profesionales: Pemex, Segalmex, Gobernación, Fonatur, SEP, Turismo, Comisión Nacional de Derechos Humanos, Comisión Nacional del Deporte, Bancos del Bienestar, Comisión Nacional de Búsqueda, Issste, consulados, embajadas, etc.
Los buenos comandantes saben cuándo corregir el rumbo, reconocen que no son infalibles, escuchan a sus oficiales de operaciones para cumplir con éxito la misión y retornar a puerto seguro. Quienes así actúan son recompensados con cargos superiores en buques de mayor calado, flotillas o fuerzas navales. Tienen, además, el reconocimiento y respeto genuino de sus tripulaciones, que los ven y respetan como líderes que, en su momento, sortearon tempestades, supieron mantener el rumbo o corregirlo cuando fue necesario.
Si errar es de humanos, rectificar también lo es y no menoscaba la reputación, el buen nombre ni el prestigio de un gobernante, funcionario o de cualquier persona. Antes bien, es señal de humildad y de grandeza. Y no necesariamente se necesita ser “comandante supremo”.
Anexo "1"
Cambiando de camiseta
Hace poco más de un año escribimos que, a lo largo del sexenio, pero en particular en los últimos días,varios personajes cambian de chaqueta, de color, de partido, de principios –si es que los tuvieron– justificando su decisión con los mismos argumentos con que hicieron base en el bando que abandonan. Así siempre ha sido al acercarse el ocaso de cada sexenio. Son, como se dice, “tiempos de canallas”, de traiciones, de cambios de piel. Yucatán ha destacado en este cambio de bando, con políticos veteranos o bisoños.
Esta semana, un ministro de la Suprema Corte de Justicia echó por la borda su prestigio bien ganado en el ejercicio del Derecho, al anunciar su renuncia y sumarse “de inmediato” a la campaña de la candidata de Morena a la Presidencia; más bien, Arturo Zaldívar dejó al descubierto la verdadera camiseta guinda que portaba bajo la toga. Mientras que otro político que se dice “vendió” su Estado (Hidalgo) al partido en el poder fue recompensando con una embajada. Omar Fayad, ex priista, se suma a la lista de “premiados” por este régimen, como lo han sido: de Sinaloa, Quirino Ordaz (España); de Sonora, Claudia Pavlovich (consulado en Barcelona); de Campeche, Carlos Aysa (República Dominicana), y de Quintana Roo, Carlos Joaquín González (Canadá). Esperemos que no pasará lo mismo el próximo año con el de Yucatán.