Beca universal
Daniel Uicab Alonzo: Beca universal.
Los veía con sus uniformes kaki, insignias, botas y cuarteleras color guinda. Bien portados, atraían miradas de transeúntes y pasajeros en el Metro, que abordaban por ahí por el rumbo de Tacubaya, en la Ciudad de México, a finales de los años 60. Parecían alumnos del H. Colegio Militar, sólo que aquellos niños y adolescentes portaban en sus mochilas útiles escolares: eran cadetes de la Academia Militarizada México.
Fundada en 1941, fue la primera escuela militarizada privada del país. Ofrecía servicio de internado y pase directo a la UNAM a sus egresados. Su disciplina e instrucción militar coadyuvó a formar un carácter fuerte en los niños y jóvenes, a quienes inculcaba un gran respeto hacia sus semejantes, amor a la Patria y los valores que la representan. Contaba con armamento para instrucción, según me comentó hace algunos años un grupo de ex alumnos yucatecos. Estaba adscrita a la Sedena y regida por un reglamento castrense.
Hasta su cierre en 2006, la Academia Militarizada México fue alma mater de prestigiados profesionistas y gente valiosa que contribuyó al desarrollo y bienestar de la sociedad mexicana. Su bien ganado prestigio motivó que fueran replicadas instituciones de este tipo en varios estados, principalmente del norte y centro de la República, y desde hace 17 años llegaron al Sureste, primero en Yucatán (el Instituto Militarizado del Sureste) y luego en Quintana Roo. Pero aún quedan resabios de ese estigma de considerar las escuelas militarizadas como “correccionales” para muchachos rebeldes (con TDA, o hiperactivos, como se dice ahora).
Ese concepto es el que llevó en 2017, a un Gobernador de Nuevo León, a anunciar la creación de cuatro preparatorias militarizadas y pedir a los padres de familia no ser “alcahuetes” del mal comportamiento de sus hijos; esto tras un ataque ocurrido en el Colegio Americano del Noreste, por un alumno. Esa idea errónea ha llevado a muchos padres a inscribir a sus hijos en este tipo de planteles, dejando la responsabilidad de su educación y formación académica, sin entender lo que se ha reiterado: la escuela la forman autoridades, directivos, maestros, alumnos y padres de familia, sin olvidar que estos últimos son los primeros maestros de sus hijos.
Poco a poco se ha ido desterrando ese estigma, al grado de que, hoy, muchos jóvenes –mujeres y varones– participan en las convocatorias de selección para ingresar a las escuelas militares y navales, donde pueden cursar alguna de las carreras que ofrecen, con los más altos estándares y, lo más importante, la oportunidad de tener un mejor futuro. Por añadidura, conocer muchos lugares del país y del mundo. Aunque hay condiciones: dar el mayor y mejor esfuerzo en los estudios y ser disciplinado. Todo tiene su recompensa.
También son una buena opción para los muchachos que ni estudian ni trabajan (los llamados “ninis”), pues muchos han encontrado en esos planteles del Ejército y la Armada una forma de vida, una carrera de éxito y un futuro promisorio. Además, quienes han concluido una carrera y no encuentran empleo pueden labrarse un mejor porvenir formando parte de esos institutos en donde se ofrece una gama de carreras, oficios y especialidades.
Recordamos esto ahora que se anunció que en el próximo Gobierno Federal se otorgarán becas a estudiantes de nivel básico, y qué mejor que aprovechar esta oportunidad, que antes muy pocos tenían.
Anexo “1”
Cultura del esfuerzo
Quienes ya rebasamos el medio siglo, somos de generaciones forjadas en la cultura del esfuerzo, en una época donde desde pequeños aprendimos la importancia del trabajo y valoramos el potencial del estudio. Es fácil culpar a las instituciones de la falta de oportunidades para la juventud, pero cada cual debe buscar esas oportunidades, tocar puertas hasta encontrar lo que se busca; porque en la pobreza también se abren buenas oportunidades.
Hace cuatro o cinco décadas también había muchos jóvenes que dejaban truncos sus sueños de ser profesionistas; bien porque fueron rechazados o porque eran de familias donde la prioridad era la alimentación, pero no se convirtieron en “ninis”. Ahora mismo hay quienes estudian y trabajan para contribuir al gasto familiar, y madres solteras que con esfuerzo sacan adelante a sus hijos.
Es precisamente en el Ejército y en la Marina donde mejor se puede ejemplificar la cultura del esfuerzo, porque hay una vinculación estrecha entre educación continua y desarrollo profesional Miles de hombres y mujeres han encontrado en las fuerzas armadas una forma de vida, una carrera de éxito y un futuro promisorio. Muchos altos mandos militares son de extracción humilde.