|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La semana pasada, en un hecho inédito, el Gobierno Federal anunció una cruzada nacional para decir adiós a los baches en las carreteras del país; días después hicieron lo propio varios gobiernos estatales y municipales, e incluso se pusieron fecha para alcanzar sus metas. Sin duda un gran reto, y ¡vaya que se requiere en varias ciudades!, como las capitales de Yucatán y de Quintana Roo, sólo por citar algunas; no de ahora, sino desde siempre.

El “Bachetón” anunciado (a ritmo de cumbia) por la presidenta Claudia Sheinbaum en Palacio Nacional, iniciará el próximo mes y prevé dejar impecables las carreteras federales de los 32 estados, en febrero del 2025. Contempla bacheo, renivelación, deshierbe y limpieza de drenaje. Para ello se harán licitaciones y se generarán 8 mil 500 empleos. Para este trabajo digno de “Hércules”, en el Sureste apoyará el Ejército en las zonas afectadas “por el proceso constructivo del tren maya”, según el titular de la SICT, Jesús Esteva Medina. Algo así como “repara lo que dañaste”.

Y si los baches en las carreteras federales generan serios problemas, qué decir de las vías “libres” –un ejemplo es la que lleva a Chichén Itzá, que recorrimos recientemente– que por lo general están muy descuidadas debido a que no generan ingresos a los municipios. En primer lugar, estos hoyos en el asfalto representan un riesgo para la seguridad vial, ya que, además de dañar los vehículos, pueden ocasionar accidentes, a veces de consecuencias fatales, incluso para peatones. Por eso, a veces es mejor optar, cuando sea posible, por la autopista.

En las ciudades los baches afectan la movilidad y la eficiencia del tráfico, ya que obligan a los conductores a reducir la velocidad y maniobrar intempestivamente, con riesgo de impacto. Al respecto, en Mérida su periférico no tiene actualmente un kilómetro sin presentar uno o varios hundimientos, y en algunos puentes las llamadas “juntas de dilatación” presentan hendiduras de 7 o más cm, lo que provocan un rebote significativo a los autos; además, en la ciudad varias calles (debido al paso del tiempo) son sólo parches de baches. En Chetumal, como en otras ciudades de Quintana Roo, los conductores padecen este problema en la mayoría de las vialidades, como las avenidas Belice y Maxuxac, cuando se esquiva uno, se cae en otro.

Si bien reconocemos que hay programas permanentes de los gobiernos que consumen mucho presupuesto para atacar estos problemas, atribuibles en primer orden a las inclemencias del tiempo (principalmente las lluvias), es importante brindar un mantenimiento adecuado y de calidad a este tipo de infraestructura, que incluye a los señalamientos de tránsito, varios ya borrados. Al respecto, en encuestas del Inegi, cuando se pregunta cuál es el problema que más afecta a la ciudadanía, la respuesta principal es baches.

En este sentido, si literalmente caer en un bache en algún momento al conducir un vehículo es inevitable, también lo es, metafóricamente, durante nuestro trayecto en la vida. A veces se puede evitar, si sabemos sortearlos; cuando no, hay que “reparar” muy bien lo que provocó ese tropezón y seguir adelante hasta salir de esa vía libre por la que nos aventuramos, hasta que logremos tomar una autopista que nos permita continuar el viaje con menos problemas, más seguros y con la esperanza de llegar bien a nuestro destino.

Anexo “1”

La pelota en el asfalto

En la presentación del “Bachetón” el titular de la SICT también dijo que se mantendrá el programa de conservación periódica en 688 km de carreteras, que contemplará “trabajos de fresado y conservación de carpeta asfáltica de 5 centímetros de espesor”. No sabemos si es la norma también para las vialidades en las ciudades, pero me vino a la memoria un episodio de mi niñez en la Ciudad de México.

Una mañana de mediados de finales de los años 60 llegaron a la calle Donizetti con Tamagno (la colonia Vallejo lleva nombres de músicos) enormes máquinas aplanadoras y carros de volteo con asfalto para recubrir algunos tramos. Los chamacos nos arremolinamos en las aceras para ver el trabajo de los bacheadores que derramaban una gruesa capa de grava mezclada con “chapopote” (decíamos) hasta alcanzar casi la mitad de la banqueta.

Una vez que avanzó la cuadrilla dejaban el penetrante olor a la emulsión utilizada. Con los residuos a la orilla de la banqueta embarrábamos nuestras pelotas de esponja y las dejábamos secar. Así adquirían cierta dureza y color negruzco, con las que jugábamos una especie de tenis (pádel es ahora) en las paredes de nuestra vecindad o en las bardas de la calle. Creo que ahí vi los 5 cm de espesor y un asfalto uniforme y bien aplanado. Eso creo.

Lo más leído

skeleton





skeleton