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Al arribar a un barco nos recibía el Oficial de Guardia. Luego de presentarnos con los mandos y demás oficiales al finalizar el izamiento de bandera en la popa de la cubierta principal, el Oficial de División a la que éramos designados nos entregaba la tarjeta que contenía nuestro puesto en los diversos zafarranchos (prácticas y ejercicios) a bordo, de acuerdo con el Plan General del buque. Luego nos bajaba al sollado y entregaba el coy (litera de lona) y el chaleco salvavidas, ambos marcados con el mismo número.

El chaleco salvavidas era nuestro primer equipo de seguridad y de uso obligatorio, incluso cuando efectuábamos faenas suspendidos en las bandas, además del “cabo de vida”. Y todos sabíamos la balsa o embarcación que debíamos abordar en caso de que se ordenara abandonar el buque. Algunas de esas balsas estaban provistas de linterna, baterías de repuesto, botiquín de primeros auxilios, tabletas y bolsas “antimareos”, bengalas, etc. Y periódicamente se verificaba su funcionamiento. Desde luego, la Armada se rige por protocolos y normas disciplinarias muy rigurosos y los barcos son muy seguros, aunque a veces el mar, la naturaleza, es impredecible.

Recordaba esto ahora que, el pasado domingo, el Gobernador de Yucatán anunció el programa “Seguridad en el Mar”, para evitar más naufragios y pérdidas de vidas de pescadores, como las ocurridas recientemente ante el paso del huracán “Milton” en costas de la Península. Se pretende entregarles un GPS para que puedan ser ubicadas las embarcaciones, radio de banda civil y chaleco ¡salvavidas! Pues ¿no salían con estos equipos a la pesca? Porque, toda proporción guardada, las medidas de seguridad, ya sea en grandes navíos, buques de guerra, yates y hasta en pequeñas lanchas deben observarse, y primeramente exigida por los propios tripulantes.

Además, hay autoridades que vigilan (o deben vigilar) que las embarcaciones pesqueras (mayores y menores, como se les clasifica) cumplan con las medidas básicas de seguridad antes de autorizarse su zarpe para, parafraseando lo que dice una frase del Himno de Quintana Roo, “el mar ceda a la red su tesoro”. Y si bien es de reconocerse la importancia del programa “Seguridad en el Mar”, ya que gran número de yucatecos viven de la pesca, lo cierto es que cada vez que sucede un incidente como los ocurridos recientemente, se focaliza que los hombres de mar literalmente se aventuran, con riesgo de su vida, a realizar su trabajo en el océano.

Y es que, como se dice coloquialmente, alguien no está haciendo la chamba. Como mencionamos, primero deben ser los propios pescadores, pero los propietarios de las embarcaciones, armadores o cooperativistas, tienen la obligación de proveerles no sólo el avituallamiento antes de zarpar, sino también dotarles de todos los equipos de seguridad a bordo. Después, y no menos importantes, las capitanías de puerto y los inspectores federales de pesca deben verificar que cuando zarpen lo hagan con todas las medidas de seguridad para cuidar su integridad física y de la embarcación.

Sólo así, con prevención, se evitarán, en la medida de lo posible, naufragios y pérdidas de vida humana en el mar. Se lo debemos a quienes van en busca de los recursos marinos, que además de ser una importante fuente de ingresos para la economía del país, brindan gran parte del sustento a los mexicanos.

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