Cambiando la historia desde el poder
Daniel Uicab Alonzo: Cambiando la historia desde el poder.
Enseguida se rasgaron las vestiduras al saber que Donald Trump quiere cambiar el nombre del Golfo de México por Golfo de América, además de comprar Groenlandia y recuperar el Canal de Panamá. Afloró el patrioterismo (no patriotismo) de varios políticos, que incluso han pretendido cambiar nombres, quitar placas, eliminar monumentos, en suma, “borrar” la historia, algo de lo que ya hemos hablado en esta columna.
Es lógico que los nombres de las calles y avenidas ayudan a conocer la historia, promueven la cultura y conocimiento del entorno. Por ejemplo, supimos desde niños que Saint Saëns, Schumann, Borodin, y Leon Cavallo (entre muchos más) fueron músicos, porque la colonia en que vivimos en el entonces Distrito Federal, la Vallejo, tenía nombres de músicos, cantantes y compositores.
Hay, de hecho, municipios y ciudades cuyos nombres oficiales mucha gente ignora, y no precisamente por desconocer Geografía. Por ejemplo, el municipio donde se encuentra Chetumal es Othón P. Blanco (considerado el fundador de ese lugar, capital de Quintana Roo); Cajeme es Ciudad Obregón, Sonora; Puebla es de Zaragoza; Zacatlán de las Manzanas es el nombre oficial de ese pueblo mágico, y así podríamos seguir con larga lista.
En este sentido, recordemos que, en 2021, el Gobierno Federal retiró la estatua de Cristóbal Colón de una glorieta del paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, y puso en su lugar a una mujer indígena, el argumento: desterrar para siempre a quien –según nos enseñaron en la primaria– fue el descubridor de un nuevo continente.
Tres años antes, en octubre, con motivo de los 50 años de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, la hoy presidenta, como un “mensaje de paz”, mandó retirar de las estaciones del Metro y de la Sala de Armas de la Magdalena Mixhuca toda placa que hiciera referencia al presidente Gustavo Díaz Ordaz. Entonces comentamos que, si se quería arrancar de la memoria histórica esa página del gobierno diazordacista, habría que retirar también las placas de la inauguración del Estadio Azteca, del Palacio de los Deportes, de la Villa Olímpica, de hospitales y otras tantas obras y edificios que se hicieron entre los años 1964 y 1970. Así que Trump no es el primero en querer “cambiar la historia”.
El Gobierno de México dio puntual respuesta, pero con sarcasmos, haciéndole el juego al republicano y avivando la animadversión hacia nuestro país. Como bien apunta el académico y periodista Raúl Trejo Delarbre: “La historia no se modifica por decreto, ni tachando sus testimonios. La historia se explica y discute”.
Y una de marinos…
A finales de 1994, en el ocaso de su cargo como Secretario de Marina, el ya fallecido almirante Luis Carlos Ruano Angulo decretó que se borrase el nombre de un director de la Escuela Naval Militar, por haber puesto en entredicho – en una reunión con miembros del Ejército– la defensa de la Escuela Naval, el 21 de abril de 1914, encabezada por el teniente José Azueta y el cadete Virgilio Uribe. La decisión se dio a conocer por la Orden del Día del Cuartel General de la Armada.
Pronto regresó el retrato a la galería de directores de la Escuela Naval, pero el hecho evidencia la impronta que Ruano Angulo dejó en la Marina. Por lo demás, no se puede borrar la historia tirando estatuas… y mucho menos de un plumazo.