Lo que callamos los clínicos

David Ojeda Correa: Lo que callamos los clínicos.

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Llamamos clínicos a quienes trabajan por la salud física o mental de otra persona por medio de consultas como los psicólogos, nutriólogos, odontólogos y médicos. Todos ellos sufren algo en silencio y deseo romper con ello puesto que considero válida la difusión de emociones.

Dentro de la práctica clínica existen las citas, un periodo de tiempo acordado para poder brindar atención o consulta a quien lo solicita. Nadie se ve obligado a pedir una cita, por tanto, faltar significa fallar a la palabra, ser informal y claro, sin previa notificación, ser grosero. Entre los clínicos, hablar de los pacientes que faltan es un tema común, no hay quien se encuentre feliz al respecto, pero se evita hacerlo público como si fuera tabú y eso que se tiene bien en mente el nombre de cada paciente que te plantó.

Tan desagradable resulta que te dejen plantado, que muchos clínicos, como su servidor, contratan a una persona, si es que no lo hacen por ellos mismos, para recordar la cita. En mi caso, mi asistente envía un mensaje de recordatorio 24 horas previas, si no le responden entonces marca, incluso lo hace una hora antes de la cita si aún no tiene respuesta y, si el paciente no llega a la hora acordada lo vuelve a contactar con la intención de darle su lugar y la oportunidad de cumplir con su trato. Pese a lo anterior, he tenido pacientes que no llegan, que confirman y no aparecen o que simplemente dejan de responder.

Hay algunos clínicos que, para evitarlo, acuerdan con el paciente los pagos anticipados, de hecho existen plataformas digitales de paga para ello, las cuales el clínico contrata para que se encarguen de cobrar anticipadamente o pedirle al paciente una tarjeta de crédito para que, si no llega, de todas formas se le cobre. Entre los psicólogos existe la práctica común de firmar un contrato donde acuerdan que, si uno de los dos (paciente o terapeuta) cancela en las 23 horas previas a la cita, le tendrá que pagar su tiempo a la otra persona.

Esta semana un paciente, que nunca he atendido, me llamó tres veces. A las 12:45 am, luego 1:23 am y 4:38 am, en las tres ocasiones debido a que su presión estaba elevada, desde la primera, le dije qué medicina tomar, pero resulta que decidió no hacerlo. De eso me enteré en la llamada de las 4:38. Le propuse que nos viéramos al amanecer para revisarle y me dijo que sí, que era importante para él y que fuera lo más pronto posible, así que, aunque no dormí bien, me desperté, llegué al consultorio, pero adivinen, no llegó. Mi asistente le llamó y le contestó que se seguía sintiendo mal y por eso iría a urgencias. Dos horas después me mandó un mensaje preguntando qué podía tomar para su dolor de cabeza.

Faltar a una consulta es como apartar un producto y no pagarlo o como la común queja de Facebook: decir que comprarás un producto y luego decidir que ya no. Es como pedirle al electricista que te ayude con un problema en casa y que no llegue o como que tú novia te deje plantado. Es, desde cualquier perspectiva, una falta de respeto. Muchos clínicos cuentan con ese dinero o con ese tiempo que incluso pudo ser para otro. La asistencia debe de ser algo recíproco, como dirían en la tele ¿tienes el valor o te vale?

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