Bienal de Venecia de género

Edgar Rodríguez Cimé: Bienal de Venecia de género.

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La base económica-política-militarista del sistema capitalista, concretizada en acuerdos civilizatorios entre las naciones, voló por los aires con la Primera y Segunda Guerra Mundial. En el universo cultural, en el siglo XX la agonía de Occidente: Europa y Estados Unidos, fue prolongada por el descubrimiento del arte africano que desembocó en las vanguardias estéticas.

Sin embargo, del mismo modo que los países europeos quedaron destruidos luego de las dos guerras mundiales, por la ambición colonialista, la utilización de un “urinario” como “concepto estético contemporáneo”, vino a mostrar que el talento propio de la creatividad del hombre blanco había más que sufrido una “ruptura”, entrado en decadencia.

Este “desgaste estético” se confirmó en los años 60 del siglo pasado, cuando historiadores del arte opinaron -cuando vieron la obra “pop” de Andy Warhol, materializada en series de serigrafía con imágenes coloridas de estrellas famosas de la cultura estadounidense, o, en el colmo, instalaciones a base de productos comerciales de los supermercados norteamericanos- que “el arte (de Occidente) había concluido”.

Si el abstraccionismo norteamericano fue “sacado de la manga” del mago estadunidense, y el trabajo de Warhol fue “arte comercial”, elaborado por su ejército de empleados en su taller La Factoría, cabría visualizar el aporte estético del pintor haitiano Basquiat en el arte contemporáneo, como un valioso salvavidas para el arte de Occidente, dado su origen callejero y popular. Pero el muralismo fue, es y será “arte callejero” (street art); no de museos.

Lo que ayer fue “apropiación cultural” de Occidente: utilizar como base de la propuesta, elementos estéticos de otras culturas: urbanas, infantiles o africanas, conceptualizados bajo modelos occidentales, norteamericanos o europeos (Rauschenberg, Miró, Kansdinsky), hoy se transfigura -regresando a su origen- en “arte no occidental”: africano / amerindio / asiático.

Si hace un siglo la estética de África le inyectó aire puro al agónico arte de Occidente, hoy quien desempeña la misma función salvadora es el arte femenino, el muralismo callejero o el arte originario de los cinco continentes de la Madre Tierra, ocultados desde siempre por el ojo excluyente que ha prevalecido en el arte del hombre de Occidente.

En el escenario de exclusión, el arte urbano de las ciudades era catalogado despectivamente como “vandalismo”, la estética de las etnias originarias como “arte popular”, mientras las expresiones estéticas de las mujeres eran negadas, escondidas o agenciadas por autores masculinos, como el propio urinario llamado “La Fuente”, de quien se da la autoría a una de las artistas conceptuales cercanas a Marcel Duchamps, quien acopiaba propuestas para la famosa Bienal de Venecia.

Un ejemplo reivindicativo de estas injusticas trata de subsanarse en el siglo XXI, en la misma Bienal de Venecia 2022, que esta vez está dedicada al arte -negado, olvidado o enrarecido- de creadoras femeninas tan importantes, o más que algunos famosos artistas. 

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