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Existen dos nociones fundamentales sobre qué es la política. La primera, aristotélica, está concebida como un ejercicio virtuoso de gobierno. La segunda, maquiavélica, concibe la política como una disciplina para estudiar, acceder y mantener el poder. Ambas nociones encarnan el propósito fundacional de la política: la gestión del conflicto inherente a todo individuo que vive en sociedad.

Desafortunadamente, en el imaginario colectivo se ha instalado una visión de la política la cual se identifica de manera exclusiva con partidos políticos, corrupción, abuso de poder, ineficiencia y problemas sin resolución. Esta visión de la política es sumamente dañina, ya que despolitiza la acción colectiva que permite a los ciudadanos mejorar sus condiciones de vida.

Politizar un conflicto: el mal estado de la infraestructura pública, gestionar una escuela o colonia, la falta de oportunidades para los jóvenes, la violencia en contra de las mujeres, el encarecimiento de la canasta básica, no significa la generación de problemas que en última instancia no podrán resolverse. Politizar significa visibilizar un conflicto que está o ha surgido en el seno de la sociedad y necesita resolverse. Nada existe hasta que se nombra. No podemos luchar contra aquello que nos oprime, sino no podemos nombrarlo, definirlo.

En la actualidad no hay discurso más reaccionario que el de la antipolítica. “Es que la política no sirve para nada”, “es que todos los políticos son iguales”. Este tipo de aseveraciones, las cuales terminan en el desentendimiento de los ciudadanos en la toma de decisiones, son el deseo y germen favorito de las formas más nocivas de opresión y totalitarismos.

Es así que el cuidado de las palabras sea imprescindible en todo movimiento que busque transformar la sociedad. Politizar un conflicto significa visibilizarlo. Todo lo contario es cuando se partidiza, haciendo que el conflicto sólo tenga la intención de sacar un redito electoral y no precisamente resolverlo. La polarización es la orientación de dos ideas que se contraponen, algo indispensable en la conversación pública, en cualquier democracia; la crispación es una irritación que produce que la comunicación no sea un diálogo sino una agresión mutua.

El gran conflicto de nuestro tiempo es que el poder no está en la política, sino en una serie de entidades que no responden ante ningún control democrático. Según John Pilgrer, en 1983, alrededor de 50 corporaciones poseían los principales medios de comunicación globales. En 2002, sólo nueve. Actualmente, alrededor de 5 corporaciones. De acuerdo al informe de la Oxfam, el 1% más rico de la población mundial concentró el 82% de la riqueza generada el año pasado, mientras que la mitad más pobre no se benefició en absoluto.

El gran error de la política ha sido entregarse a intereses que nada tienen que ver con su valor intrínseco: el interés general. Es por eso que el debate no va tanto entre ejes izquierda o derecha, sino de política o barbarie.

Necesitamos que la política retome el papel que le corresponde en nuestras sociedades y ponga orden en un mundo cada vez más complejo, incierto e inasible. Requerimos más política.

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