|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Mucho se ha debatido sobre los aprendizajes que nos ha dejado la Covid-19; diversos pensadores han intentado cuadrar sus teorías y vaticinar lo que vendrá después del shock experimentado por la crisis sanitaria, económica y política provocada por la pandemia. Pero, ¿cuál es el humor social después de la pandemia?, ¿qué enseñanzas nos deja?, ¿cómo se traduciría esto en un comportamiento político?

La teoría política, a través de diferentes autores, ha caracterizado al Estado de diferentes formas. Para Weber, el Estado representaba la pluralidad de una sociedad; para Marx, el Estado era el consejo de la administración de los intereses de la clase burguesa. Como todo concepto político, la definición hegemónica sobre qué es el Estado siempre estará en disputa.

Lo cierto es que el Estado -más allá de una percepción negativa que se pueda tener de un gobernante, clase política o en general de la política institucional, debido al descrédito y a su falta de capacidad para resolver los problemas de los ciudadanos- es un cuerpo político, una relación social según Bob Jessop, atravesada por una correlación de fuerzas que nos hemos otorgado para vivir en sociedad y que habría que revalorizar. Como reflexionaba Freud en el Malestar en la Cultura, es a través del Estado que no sucumbimos ante nuestras más bajas pasiones, establecemos normas de convivencia y evitamos matarnos en una glorieta o semáforo en la hora pico del tráfico.

En un clima social aún más enrarecido, disperso, desordenado y tan carente de certezas a causa de la pandemia, entre criptomonedas, Bigdata, posverdad, fenómenos neofascistas, antivacunas, tipos con cuernos de bisonte asaltando el capitolio y superricos que no quieren pagar impuestos, sería bueno comenzar con ordenar la casa y revisar el diseño de nuestras sociedades. Después de la Covid-19, lo más revolucionario significa poner orden y revalorizar el papel del Estado.

Más allá de categorías de antaño como izquierda y derecha, es fundamental que, en los tiempos que corren, la política vuelva a reclamar su legitimidad como garante de la soberanía popular y ejercer un contrapeso ante entidades supranaciones -como las plataformas digitales- que influyen sustancialmente en nuestros países, pero que en ningún caso responden ante ningún mecanismo de control democrático.

La mayor enseñanza que nos deja la crisis del coronavirus es la relevancia de lo público; es tener en cuenta que el Estado, a pesar de sus imperfecciones, errores, corruptelas y burocracia engorrosa, es fundamental para garantizar el bienestar de la ciudadanía y sostener un proyecto común de convivencia basado en la libertad e igualdad de oportunidades.

De manera paradójica, va a ser el Estado, históricamente considerado un ente opresor, el elemento crucial para resistir ante poderes fácticos que podrían ocasionar una involución democrática en términos civilizatorios. Estado o barbarie.

Lo más leído

skeleton





skeleton