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Domingo por la tarde en la ciudad. El calor parece dar una tregua. Decido comer en Dzalbay, un par de aceitunas abren el apetito mientras un conjunto de jazz afina los detalles: Mujeres del jazz; composiciones interpretadas a piano y voz. ¿Será que ando buscando que me pase algo? ¿Qué hace que una persona salga de sí misma al espacio público? En todas esas cosas rumiaba cuando el mesero me abordó con el plato fuerte y yo quizás quería saciar mi hambre existencial. ¡Caray!, las cosas que se piensan cuando se tiene hambre. “Niño se quita la vida tras prohibirle escucharle a Peso Pluma”.

Devoré un par de portobellos de quesos con la culpa de comer con prisas. “Comes como un desgraciado”, me dice mi padre. La culpa, el afecto y la comida son elementos que podrían explicar el comportamiento de un ser humano que sale un domingo por la tarde. Freud y el psicoanálisis harían una fiesta. Mientras tanto, la cantante se entrega al paroxismo acompañada de un teclado juguetón siempre a tiempo. “Gal Gadot revela que sufre síndrome del impostor pese al gran éxito que ha conseguido”.

“Tápame con tu rebozo, Llorona, porque me muero de frío”. Frío es lo que siento. La banda dejó de tocar. Antes de irme paso al baño. El respeto al mingitorio ajeno es la paz. Uno pone su atención primero en la deposición y después en el afiche del enmascarado de plata: el Santo que adorna el mingitorio convirtiendo el acto en una liturgia. Cuando salgo, el barullo ha tomado el lugar. Voces, complicidades, risas, roces, caricias, inquietudes, ansiedades. La vida misma sucediendo. “Gringos buscan belleza barata, pero no siempre salen del quirófano”.

Salgo de Dzalbay como un barco a la deriva. Escucho un rumor en las calles que me atrae, incitándome a seguir caminando. Del otro lado hay un restaurante argentino donde suena un estéreo: “Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien”. Perfilo mi destino a la Plaza Grande. A lo lejos hay meneo. “Atala Sarmiento anuncia demanda contra TV Notas”.

Por la calle 62, uno siempre es un turista. Tiendas de todo tipo que incluyen el performance de ancianas “mestizas” elaborando tortillas a mano. Tal vez, algún vestigio colonial. “Padres de Clara Chía no confían en Gerard Piqué, asegura medio español”.

En la 62 con 57 abandoné mis certezas. En la 62 con 59 ya no estaba de acuerdo. “Y si tu corazón ya no va más. Si ya no existe conexión con los demás. Si estás igual que un barco en alta mar, tírate un cable a tierra”, cantaba en mis adentros. Dicen que las utopías sirven para eso, para caminar. En la Plaza Grande había bullicio. Un tianguis turístico que congrega visitantes y residentes que deciden salir a orearse la cabeza en su día libre. “Al Pacino se convertirá en papá a los 83 años”.

A la altura del Palacio Municipal la calle estaba tomada. Clave VIP tocaba al son de la cumbia y el respetable se entregaba en un abandono sensual. Los cuerpos se atraían y se estremecían. “Hombre que lanzó perro a cazo hirviendo era policía de CdMx”.

La cultura no es sólo un cúmulo de ideas, costumbres, tradiciones que caracterizan a un pueblo; mucho menos una forma de refinamiento. La cultura (popular) es un espacio bastardo, impuro, híbrido; una forma de articulación social que mezcla catarsis, juego, provocación, humor,  sudor, color; un sincretismo que más que un concepto es un relato que más que estudiarlo hay que vivirlo. 

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