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Los productos culturales: las series de televisión, las películas, los programas de entretenimiento que consume una sociedad pueden explicar el comportamiento político y los deseos de la misma. Todo producto cultural está impregnado de un discurso político de manera explícita o implícita dado que sus creadores forman parte de la sociedad y sus conflictos. La política, como escribía un profesor de ciencia política, no sólo se encuentra en el Estado y en sus instituciones, sino también en la cultura mediática como creadora de imaginarios y de los sentidos comunes. La batalla de Stalingrado decantó la Segunda Guerra Mundial con aproximadamente 2 millones de muertos, pero gracias a Hollywood, en el imaginario estadounidense se piensa que Normandía fue el hecho clave en la guerra.

Si los productos culturales que tienen éxito en las audiencias pueden caracterizar el comportamiento político, la hegemonía cultural de una sociedad valdría la pena preguntar: ¿cuáles son los factores que explican el éxito de La Casa de los Famosos?, ¿qué nos dice sobre la sociedad mexicana el gusto por de este reality show? Por un lado, existe una mirada condenatoria, elitista, soberbia intelectualmente que afirma que el éxito de La Casa de los Famosos se debe a la vulgaridad, a los gustos pocos refinados de la mayoría de la gente. Este tipo de análisis, además de indolentes, no explican la complejidad de los fenómenos culturales: siempre impuros y llenos de matices.

Guy Debord escribía que el espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes. La relación que se establece entre los televidentes y los protagonistas del reality show no está configurada por la realidad, sino por la imagen que es proyectada en la pantalla. La mayoría de los fans del programa no conocen personalmente a sus protagonistas, pero son capaces de amarlos u odiarnos con vehemencia.

La Casa de los Famosos escarba en la psique del ser humano y su fascinación por el morbo que genera la intimidad de los demás. Además, la identificación con los protagonistas del show puede relativizar la moralidad de sus acciones. Qué importa si Sergio Mayer o Poncho de Nigris han cometido acciones condenables en el pasado, en sociedades fuertemente influenciadas por la religión no hay nada más atrayente que el perdón, la compasión y la redención. Hannibal Lecter es un caníbal, pero queremos que se salga con la suya en sus películas. A veces queremos que gane el malo.

Otro elemento a considerar es el deseo de justicia sublimado. La Casa de los Famosos es el depositario simbólicamente no podrían ganarse en otra parte. Así como México sólo podría hacer ajuste de cuentas con Estados Unidos en un partido de fútbol y ganarle, sólo en el show de Televisa, un personaje que se considera víctima de ataques puede ganar y así hacerse justicia. No es menor que en un país tan machista como México, la ganadora del reality haya sido Wendy Guevara: una mujer transexual hasta hace poco desconocida. ¿El triunfo de Wendy Guevara en un programa de entretenimiento empodera a la comunidad LGBT en México? No, pero seguro ayuda a empoderar a cientos, miles de mujeres transexuales víctimas de discriminación, violencia y discursos de odio.

No es casualidad que una sociedad donde la conversación pública se han convertido en un espectáculo, un programa como La Casa de los Famosos se haya convertido en un fenómeno mediático. ¿Quién querrá los próximos 15 minutos de fama?

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