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Después del exceso amoroso post-14 de febrero, viene la resaca. ¿Qué nos dejó la celebración del encuentro con el otro? Varias ideas y discursos. En primer lugar, el discurso de la diversificación del objeto amoroso. Celebrar la amistad y el amor de un familiar, un amigo, una mascota también es buen pretexto para celebrar el 14 de febrero de la festividad. Esta deconstrucción del amor al parecer otorga tranquilidad, alivio o consuelo –según el caso- a los amantes desvalidos. En la dedicatoria inicial de su célebre ensayo “La Separación de los Amantes”, Igor Caruso escribe: “Este ensayo está dedicado a aquellos que han sido separados: a los amantes, a los que odian, a los indiferentes, a los perplejos y a los confiados, para que el hombre encuentre de nuevo en libertad el camino hacia el hombre”.

Para Caruso, una separación amorosa, una separación puede llegar a ser más dolorosa que la muerte de un ser querido, ya que la persona que decide irse, seguirá existiendo, pero sin nosotros. “La separación es peor que la muerte porque es, en vida, una capitulación ante la muerte”, escribe Caruso. Una separación implica un duelo en vida, de una persona que seguirá existiendo sin nosotros –acompañe esta frase con un repertorio selecto de José José-.

En segundo lugar, considero el discurso de la desmitificación del amor romántico. Es innegable que el cuestionamiento de este discurso visibilizó una serie de dinámicas –casi siempre machistaspoco sanas para los amantes en cuestión. Ergo, tal vez se nos pasó un poco la mano. Una cosa es cuestionar la posesión, el sometimiento, la idealización del amor romántico y otra muy diferente es el posicionamiento aséptico, sosegado, carente de apego –necesario porque humano- y conflicto, donde la única aspiración de una pareja al parecer es aburrirte en un sofá con peroratas sobre el saber estar solo, la autosufiencia, el desapego como forma de evitación del sufrimiento.

Por último, sería bueno abrir el melón del uso indiscriminado de expresiones fuera de lugar -comenzando por “literal”. Que se te caiga el mundo es una calamidad, pero no una literalidad-. Dejemos de utilizar “lo tóxico” para todo aquel patrón insano en la relación. Las personas no son un Chernobyl, sino historias. No todo conflicto con alguien más implica un “gaslighting”, ofenderse no significa precisamente victimizarse y tener necesidades no te hace codependiente.

El encuentro con el otro es una colisión de subjetividades, donde nadie puede salir sin ensuciarse. El amor tiene algo de tierrita en las axilas; hay conflicto, ansiedades, cesiones, renuncias, apego. Tiene algo de sublime, tiene algo de traumático. Todo viene mezcladito, como decía Galeano.

Como siempre, de la vida y del amor podemos hacer filosofar y hacer literatura hasta el infinito. Pero ya lo dijo Emilia Pardo Bazán: “Déjate de raciocinios, de Plotino y de Platón. Amar es un acto. Yo te llevo al amor y no te lo explico. No te fatigues en pensar”.

Y quien lo probó, lo sabe.

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