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En ¿Hay vida en la tierra?, brillante testimonio de la cotidianidad, el escritor Juan Villoro reflexiona sobre la relación del ser humano con la tecnología. El autor cuenta en una entrevista que el título de la compilación de sus artículos para diferentes medios estaba situado en su infancia -casi todo está en la infancia-; decía que cuando era niño la gran pregunta de su tiempo era si había vida en otros planetas; en Marte, Júpiter o en el recién expulsado Plutón. Con el auge de la tecnología y las redes sociales, Villoro afirmó que la pregunta que habría que hacerse ahora era si había vida en la Tierra.

La realidad y la manera de relacionarnos entre seres humanos ha cambiado de manera vertiginosa en los últimos 20 años. Hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos de la computadora de escritorio a los smartphones; del Motorola V3 al Iphone 25 mil; del mensaje de texto al WhatsApp y Telegram, transitando por la efímera moda del PIN de BlackBerry; de MySpace, Hi5 o Metroflog a Instragram o TikTok.

La tecnología está tan presente en nuestras vidas que puede delimitarla. Un emoji o un like puede ser decisivo en la estabilidad de una pareja. ¿Tienen los likes una intencionalidad específica? Si es así, ¿cuál es? A veces se nos escapa cómo lo intangible -el mundo virtual, las redes sociales- afecta el mundo material de los afectos. A veces tiene algo o mucho de absurdo.

En días recientes, hay dos lanzamientos que sin duda marcarán un parteaguas en la relación del ser humano con la tecnología. En primer lugar, se en cuentran las gafas Vision Pro de Apple. La empresa fundada por el héroe pop de nuestro tiempo, Steve Jobs afirma que este nuevo accesorio permite a los usuarios interactuar con el contenido digital como si estuviera físicamente presente en su mismo espacio. Acceder a todas las aplicaciones del sistema operativo de Apple desde el campo visual. Observar a una persona utilizando estas gafas es, por decir lo mínimo, desconcertante y parece sacado de un capítulo de Black Mirror. Como siempre, la realidad supera a la ficción y últimamente por goleada.

En segundo lugar, el lanzamiento de Sora, un modelo de Inteligencia Artificial que te permite generar videos hiperrealistas a partir de una descripción genérica. La contemplación del material lanzado por OpenAI, una de las empresas líderes en este rubro cautiva y aterra en la misma medida. El grado de realismo es tal, que lo pone a pensar a uno sobre los alcances que puede tener en la proliferación de mentiras, desinformación y destrucción de reputaciones a conveniencia. Un hecho que pone en la palestra, una vez más, el código deontológico del periodismo.

Sora y las gafas de Apple hacen una promesa: aumentar la realidad. ¿Aumentar o distorsionar la realidad? ¿Es la realidad estar conectado a un cúmulo de aplicaciones en tiempo y espacio real? ¿Es la realidad virtual un oxímoron? ¿Cómo se puede hablar de “aumentar la realidad” cuando hay personas que están en otra parte, completamente enajenados de sí mismos y su alrededor?

Juan Villoro se preguntaba si había vida en la Tierra. Hoy, habría que cuestionarse si la vida en el más allá no es más que un avatar en lo virtual. Tal vez, ahora no haya que pensar en el más allá, sino por el más acá.

Entre tanta realidad aumentada, gafas e inteligencia artificial se pregunta uno: ¿habrá vida en el más acá?, ¿habrá vida en el más adentro, en el ser humano?

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