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En el área maya peninsular, cultivos como la milpa, plantas silvestres útiles y vegetación natural, constituyen el principal alimento y fuente de agua de la langosta (Schistocerca piceifrons), y las peculiares condiciones climatológicas, en particular los periodos de fuerte sequía alternados con temporadas pronunciadas de lluvia, constituyen los factores que en combinación detonaban la triada sequía-plaga-hambre. Los campesinos mayas, a partir de sus experiencias y prácticas cotidianas, dan cuenta de ciertos cambios en el ambiente asociados al comportamiento de las langostas en su estado juvenil, les indica la eventual o próxima aparición de las temidas mangas, según nos reveló el profesor-investigador Dr. Fabio Flores Granados, del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM.

La langosta tiene la capacidad de migrar grandes distancias, así como cambiar sus hábitos y su conducta cuando se congregan en densos grupos, transitan de una fase solitaria a una gregaria, cambiando de color y forma. Son voraces e ingieren su peso cada día, figuran como plagas migratorias, un enjambre o manga puede alcanzar densidades de 80 millones de individuos por kilómetro cuadrado y consumir alrededor de 100 toneladas de alimento verde por día.

Estos acrídidos ocasionaron considerables estragos en los pueblos mayas del pasado, son capaces de arruinar grandes extensiones de cobertura vegetal natural induciendo el desplazamiento de muchas especies herbívoras en busca de alimento, como los venados, tapires y pecaríes. Ya sea por tratarse de eventuales presas para animales carnívoros o del ser humano. Las langostas no sólo aquejan al ser humano por las pérdidas de cosecha, sino que también causa indirectamente enfermedades asociadas al raquitismo, anemia, defunciones por hambre y las migraciones.

Su habitad se encuentra en la costa norte de Yucatán, en los humedales de Dzilam, los Petenes, Celestún y el Palmar, la langosta no sólo habita y se reproduce en la costa norte del Estado, sino que se congrega en grandes enjambres para, desde ahí, desplazarse hacia la vertiente del Golfo de México, así como Centroamérica y Suramérica. Las mangas generalmente se desplazan desde el norte de la Península hacia el noroccidente de Campeche, causando estragos en los petenes y Hecelchacán, así como toda la cuenca del Río Grijalva, entre Tabasco y Campeche, afectando localidades como Chiapas de Corzo y Pantelho, en la depresión del Usumacinta en Chiapas, junto a los territorios de Quintana Roo, Guatemala y Belice.

Se sugiere que la disminución en las precipitaciones ejerció una presión general sobre los recursos en toda la región, misma que se vería exacerbada por un periodo de intensa sequía de varios años de duración ocurrida alrededor de 810, 860 y 910 d.C. Al respecto, Hunt y Elliot (2005, 393-395) señalan que tales anomalías afectarían específicamente a la Península de Yucatán, y el área centroamericana sin vínculo con otras regiones, caracterizada por las reducciones de lluvias de entre un 40% al 56% por debajo de la media debido a una disminución en la frecuencia e intensidad de tormentas tropicales de verano. El pico de condiciones extremas registrado entre 950 a 986 d.C., estaría relacionado con el abandono de grandes urbes como Uxmal y Chichén Itza, en las tierras bajas del norte, con muchos otros asentamientos menores al final del periodo clásico. De aquellas alteraciones climáticas, los análisis de isótopos de estalagmitas en varias cuevas de Belice sugieren que 700-1135 d.C., aconteció una serie de cuatro fuertes sequías

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