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Partamos de la idea de que es necesaria una reforma que fortalezca al Órgano Electoral y nuestra democracia. Sin embargo, la reforma planteada por Obrador y el oficialismo supone una regresión y una centralización (peor que la de Peña Nieto) del sistema electoral.

1. Dicen que el INE no desaparece, que sólo es un cambio de nombre (como el de los partidos que se llaman diferente, pero están llenos de los políticos de siempre). La realidad es que el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC) supondría elegir a nuevos consejeros y crear una nueva estructura, lo que de hecho sí sería desaparecer al INE actual.

2. Plantean que consejeros del INEC y Magistrados del Tribunal Electoral sean electos votando por las propuestas que presenten los tres Poderes de la Unión (¿Qué tiene que anda proponiendo, por ejemplo, el Poder Judicial a consejeros del INEC?). Hay que entender que las Magistraturas y los puestos en el Consejo no son un concurso de popularidad, sino cargos que deben ocupar personas con perfiles técnicos y con una preparación importante en la materia. Hoy, de una forma u otra, cualquier ciudadano puede aspirar a ser Consejero del INE por medio del concurso. Con la Reforma Electoral se aseguraría que el árbitro lo elija el partido oficialista. ¿Dónde estaría la imparcialidad?

3. Desaparecerían los Órganos Electorales locales (Oples) y los Tribunales Electorales de los estados. Ya con la reforma de Peña se debilitó a las entidades federativas en materia de elecciones, pero con la pretendida se centraliza definitivamente el sistema electoral, acabando con un elemento fundamental del Federalismo en nuestro país. El nuevo árbitro no sólo se encargará de las elecciones federales, sino de todos los ámbitos de los comicios en las entidades. Sería mejor fortalecer a los Oples con reglas claras que eviten el caciquismo, y con ello fortalecer al federalismo.

4. Eliminar a los “pluris” en las Cámaras. Esta resulta una de las ideas más atractivas de la Reforma, pues no pocos desdeñan a quienes sin ser electos por la ciudadanía ostentan un cargo, cobran elevados sueldos y además tienen voz y voto en el Legislativo. Sin embargo, hay que recordar que estos espacios surgen a raíz del control absoluto que el PRI, partido oficial, ejercía en el sistema político. Fue la izquierda quien luchó para garantizar que las minorías políticas tuvieran derecho a votar e incidir en las decisiones del Congreso, ejerciendo contrapeso a la maquinaria priista centenaria. Sin esos espacios quizá hoy no estarían en el poder quienes lo están. Resulta por ello increíble que quienes se beneficiaron con el sistema antes, hoy quieran eliminarlo. Tal vez las mieles del poder se disfrutan más cuando no se comparten. Sería mejor rediseñar el sistema de pluris y establecer reglas que permitan que verdaderamente sea la ciudadanía quien las ocupe (no que sean pago de favores políticos), mas no eliminarlos.

5. En cuanto al sistema de financiamiento a partidos, considero que es necesario. Permitir que se privatice la política nos haría todavía más rehenes del poder económico. Lo que sí habría que reformar es el cálculo de las prerrogativas, particularmente aquellas que devienen del número de militantes.

Otrora, el propio AMLO luchó por crear un Instituto autónomo y se aprovechó de las pluris para ir creciendo un movimiento que eventualmente llegaría al Poder. Hoy, el fantasma del viejo régimen absolutista se hace presente.

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