Todo siguió igual
Héctor López Ceballos: Todo siguió igual.
Amaneció y la resaca de “la madre de todas las marchas” mostró la dura realidad: a pesar de los cientos de miles de personas que acudieron a la muestra de músculo político obradorista, las cosas siguen igual en el Gobierno de la autoproclamada “cuarta transformación”.
La foto de AMLO entre millones de personas es cuasi religiosa; es obvio que tiene un arrastre impresionante y que cuenta con un apoyo popular que no terminan de creer los opositores. Nada de eso, por cierto, contribuye en sí mismo a mejorar las condiciones de un país en el que la pobreza extrema ha aumentado en este sexenio y en donde la inseguridad no sólo no se ha mitigado con abrazos, sino que ha recrudecido los balazos que rechaza el Jefe del Ejecutivo.
La marcha fue histórica: probablemente desde el Cardenismo -decía el joven historiador Daniel Padilla- no se ve una movilización organizada desde el propio Gobierno. Pero un servidor cree que no se organizaban porque faltara voluntad política, sino porque nadie se había concentrado tanto en su popularidad como el Presidente en turno. Porque, claro, así como es innegable que López Obrador tiene un poder de convocatoria impresionante, también lo es que sin los millones en recursos públicos de los que dispusieron diversos actores políticos, la marcha no habría tenido el éxito que tuvo. Camiones desde todos los estados, hoteles con comidas pagadas para miles y miles de asistentes, pancartas y propaganda. Todo eso sale del bolsillo de los mexicanos y se usa en un evidente evento político que muchos suspirantes de morena (incluidos a nivel local) usaron como proselitismo. A eso, además, hay que sumarle que hay probadas amenazas a trabajadores del aparato estatal en las que condiciona am la entrega de sus prestaciones de Ley con su asistencia a la manifestación. O aquellas en donde se ve que a quienes reciben programas sociales (igual que pasó en las pasadas elecciones y en las que murieron, se acordará usted, varios hombres que iban en una camioneta a votar acarreados) ser amedrentados y “convencidos” para ir. El lunes, sin embargo, todo siguió igual.
El volumen cambia, es cierto, porque el PRI difícilmente lograba en tiempos contemporáneos agrupar siquiera a la mitad de esas personas. Pero las técnicas, las estrategias y las formas de “convencer” y “facilitar el transporte” de la gente, esas se mantienen y perfeccionan desde el viejo régimen. Después de todo, lo que bien se aprende nunca se olvida.
Con todo y todo, lo cierto es que de tanto anunciarse y esperarse, la marcha no causó tanto debate público como lo hizo la no tan copiosa protesta ciudadana en contra de la reforma al INE y que por cierto se discute hoy. Quizás porque la ciudadanía espera trabajo y atención de su Gobierno, y no una protesta que más bien es campaña. Es obvio; el candidato eterno se siente más cómodo del otro lado de la valla, a pesar de que desde el poder puede trabajar (por fin) por las causas que aparentemente salió a defender.