|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La salud es un derecho humano que, en México, parece un privilegio. Durante décadas, el sistema sanitario mexicano se ha visto rebasado ante el aumento poblacional y la falta de recursos públicos inyectados al sector. Así, los mexicanos hemos padecido la indiferencia de gobiernos y políticos quienes, por supuesto, se atienden en hospitales privados con cargo al erario.

La situación crítica del sistema de salud se agudizó con la pandemia de Covid-19. Aunque lo niegue el Presidente, miles de mexicanos atravesaron la enfermedad causada por el coronavirus en sus casas, pues la falta de camas en todos los hospitales impedía brindar una atención adecuada a la población. Y aquí es donde generalmente quienes no gustan de la crítica argumentan que la crisis sanitaria se vivió en todo el mundo. En efecto, ningún rincón del planeta estaba preparado para hacer frente a la contingencia del Covid, pero dudo mucho que se haya padecido igual en Noruega, Suiza o Dinamarca que en México. El personal de salud hizo maravillas con los escasos recursos disponibles, pero no podemos cerrar los ojos y resignarnos al enfermo sistema médico del país.

López Obrador prometió al inicio de su Gobierno que los servicios sanitarios en nuestro país serían como los de Dinamarca; luego fue más lejos, y en la recta final de su sexenio dijo que sería incluso mejor. Pasan los años y seguimos viendo falta de medicamentos en los hospitales públicos, escasez de insumos, y -lamentablemente- hasta elevadores que, por falta de mantenimiento, le cuestan la vida a quienes deciden internarse en los centros de salud del Estado Mexicano. A un año de que termine su Gobierno, sería indigno afirmar que estamos siquiera cerca de ver cumplidas las promesas presidenciales respecto a este tema: el Insabi fue un fracaso gracias a la improvisación con que se implementó, y hoy no sólo no se ha avanzado en la mejora de la sanidad en México, sino que me atrevería a decir que se ha retrocedido.

Sin embargo, menos improvisación y más estrategia veo en el plan que presentó Marcelo Ebrard como “propuesta”, de llegar a ser la “corcholata” ganadora de Morena. A diferencia de los demás contendientes de su partido, de la oposición, e incluso del propio Presidente, Ebrard ha estructurado un tanto más la idea de cómo alcanzar la universalidad de la salud en el país. Después de su desempeño durante el Covid-19, en el que mientras unos tenían fuerza moral y no fuerza de contagio, Ebrard demostró capacidad al convenir con las farmacéuticas millones de dosis de vacunas. Fue una apuesta arriesgada, pues ninguna estaba totalmente aprobada al momento de la compra, pero la apuesta salió bien. Por eso considero que, cuando menos, se le podría dar el beneficio de la duda.

De los puntos que ofrece su estrategia como salud universal, uso de tecnología, prevención y atención prioritaria, quizás la que menos me gustaría sería la de la telemedicina. A través de esta herramienta planea llevar a los rincones más alejados del país los servicios médicos, pero habría que escuchar la opinión de los galenos respecto a las consultas a distancia e impersonales. Por lo demás, me parece una apuesta sensata y realizable, fuera de comparaciones ociosas que crean expectativas difíciles de realizar. Por ejemplo, impulsar la industria farmacéutica en México y centrar la atención en la prevención de padecimientos me parecen medidas certeras, medibles y que son más posibles que otras que se han presentado. Habrá que ver si las llega a implementar.

Lo más leído

skeleton





skeleton