El desastre frente a la austeridad

Héctor López Ceballos: El desastre frente a la austeridad.

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La devastación de Acapulco a causa del paso del huracán “Otis” es incalculable. Hasta este momento todavía no puede darse un número exacto de fallecidos ni de desaparecidos. A pesar de que el Presidente anunció la semana pasada en su mañanera que la Comisión Federal de Electricidad ya estaba a punto de reestablecer la energía eléctrica en el emblemático puerto, hoy sabemos a ciencia cierta que todavía hay ausencia de corriente en grandes porciones de la zona de desastre.

Acapulco fue reducido en pocas horas a meros escombros. Como si se tratara de una zona de guerra, los grandes hoteles que recibían a miles de turistas al año hoy son esqueletos de metal y concreto, como testigos desnudos y maltrechos del poder de la naturaleza. Es cierto, “Otis” pasó de tormenta tropical a huracán categoría cinco en tiempo récord. Sin embargo, la ausencia de respuesta de las autoridades es sorprendentemente indignante. En pleno 2023, el primer mandatario se contenta y excusa con decir que avisó de la evolución del fenómeno hídrico a través de su cuenta de Twitter. Sí, el Jefe del Ejecutivo Federal alertó a la población por medio de una red social. No hay en México un verdadero sistema de monitoreo y de alerta en tiempo real que prevenga a la ciudadanía del inminente peligro en el que se encuentra. En países europeos y en los Estados Unidos, por ejemplo, los gobiernos contratan servicios de alerta por medio de mensajes de texto que llegan a todos los dispositivos enlazados a la red celular (ni siquiera al internet), además de enviar avisos preprogramados por radio y televisión. Por el contrario, en México la austeridad republicana (casi pobreza franciscana, dicen) del Gobierno Federal ha impactado en los presupuestos de la Comisión Nacional del Agua, el Servicio Meteorológico Nacional y Protección Civil, además de que no se invierte en tecnologías suficientes para aminorar lo más posible el impacto de estos fenómenos. Cierto, no fue culpa de Andrés Manuel que un fenómeno natural se dirigiera a Acapulco, y menos que aumentara su peligrosidad y potencial de daño de forma inusualmente rápida, pero sí es su responsabilidad que el Estado Mexicano, país en el puesto número 15 de las naciones con mayor Producto Interno Bruto, y en el número 14 de las economías más grandes del planeta, no tenga la capacidad logística de respuesta o el soporte tecnológico suficiente y necesario para alertar tempranamente a la población.

Sin duda, “Otis” debe ser considerado como uno de los episodios más tristes de este sexenio, y no solamente por los estragos causados directamente por el huracán, sino por las pérdidas materiales y humanas que causa la austeridad innecesaria y el “90% honestidad y 10% capacidad” de los servidores públicos de alto rango del oficialismo. Además, sirve de reflejo de lo que importa y no para la doctrina cuatroteista: la postal del Presidente atorándose en el lodo de una carretera que a todas luces resultaba intransitable es una muestra innegable de la improvisación que caracteriza a la actual administración. Eso sí, las fotos del mandatario caminando en el fango son, como siempre y para cualquier político, un tesoro valiosísimo.

Extra: según datos expuestos en varios medios, el Presidente de la Mesa Directiva del Senado (de extracción oficialista, por supuesto), recibía mensualmente la pequeña cantidad de un millón seiscientos mil pesos. Es decir, casi 20 millones por año. Esos personajes son los que arengaron a favor de la desaparición de los fideicomisos del PFJ.

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