El regreso del hijo pródigo
Héctor López Ceballos: El regreso del hijo pródigo.
Siempre sí, Marcelo Ebrard se queda en Morena. Después de semanas de incertidumbre y de amagar con separarse de la Cuarta Transformación si no se resolvía favorablemente su impugnación del proceso interno para elegir al candidato presidencial, el ex canciller declaró ayer por la mañana que no sólo no se separaba de la 4T, sino que además coadyuvaría en el triunfo de Claudia Sheinbaum en el proceso electoral 2024.
Y no sólo eso, en esa misma conferencia, Marcelo dio lectura a un documento en el que -según el mismo- la Comisión de Honor y Justicia de Morena aceptó que existieron irregularidades durante el procedimiento de encuestas que definió que Sheinbaum recibiría el “bastón de mando” del Presidente, y que sancionará a quienes incurrieron en prácticas indebidas, pero que de ninguna forma se repetiría el proceso. O sea, Marcelo Ebrard se quedó en la misma posición en la que está desde que se dieron a conocer los resultados de la contienda interna. ¿Por qué esperar tanto, entonces, para declarar que se queda en el movimiento?
Creo que existen dos posibilidades: Marcelo Ebrard sirvió como elemento para erosionar a Xóchitl Gálvez y al eventual candidato de Movimiento Ciudadano, o bien, no tuvo muy buenos asesores políticos y tardó en definir una postura que le fuera políticamente redituable. Ambas posibilidades tienen sus ganancias y consecuencias. En la primera, el ex titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores y apagafuegos del oficialismo insertó en la mente de los votantes la idea de que él sería un mejor candidato opositor que Xóchitl y -hoy ya sabemos- Samuel García, independientemente de que buscara la Presidencia con el Frente Amplio o Movimiento Ciudadano. Así, la viabilidad política o preferencia electoral de ambos candidatos opositores disminuiría frente a la eventual adhesión de Ebrard a las respectivas fuerzas políticas. Ebrard se queda sin la presidencia, pero gana importantes espacios para su grupo y para él mismo después de un hipotético triunfo de morena.
Ahora bien, si nos encontrásemos en el segundo escenario, Marcelo habría repetido los mismos errores -y seguido “de librito” las mismas enseñanzas- que su mentor Camacho Solís, no moviendo debidamente sus fichas en el tablero y desgastando su figura con los continuos “mensajes” sobre su permanencia o no en Morena que, por cierto, postergó varias veces. Si este fuera el caso, Marcelo habría tenido que quedarse en casa sin la candidatura presidencial, y sin la posición para pedir puestos para sus cercanos. Ebrard tiene las suficientes tablas para hacernos creer que todo se trató de una estratagema oficialista, y la suficiente escuela para pensar en la posibilidad de que se haya tratado de un error de cálculo.
La respuesta, sin duda, nos las dará el partido en el poder cuando se terminen de definir las candidaturas a diputaciones federales y senadurías (sobre todo las pluris), así como los puestos en el gabinete que defina la candidata Sheinbaum cuando el tiempo electoral llegue.