Derechos de los animales
Héctor López Ceballos: Derechos de los animales.
¿Deben los animales tener derechos? La respuesta definitiva y corta es que sí, indudablemente. La ciencia incluso sugiere que hasta las plantas son capaces de tener “sensaciones” o detectar cuando sufren un daño en su estructura. Los animales, al igual que los seres humanos (quienes también somos animales), tienen también complejos sistemas nerviosos que les permiten sentir dolor o placer, y en muchos casos se ha demostrado que pueden empatizar con otros seres, además de convivir en complejas estructuras “sociales”. Si bien los chimpancés son ejemplo clásico de animales no humanos con complejas redes societarias y determinado tipo de comunicación a través de sonidos y muecas, no solamente nuestros “parientes cercanos” son poseedores de esas características.
Pero, entonces, ¿qué animales tienen derechos y hasta dónde? Hace poco se aprobó aquí en el Estado una reforma en contra del maltrato y crueldad en contra de los animales, buscando sancionar hasta con diez años de prisión a quienes atentaran contra la integridad o vida de estos seres sintientes. ¿Aplica para absolutamente todos los animales? ¿Hay ocasiones en que está justificado eliminar a otro ser vivo?
Se dice que la moral responde a cuestiones eminentemente estéticas. ¿Tendrán las cucarachas los mismos derechos que los perros y gatos? ¿O las moscas? ¿Si mato a una araña con insecticida es maltrato animal, o la vida de este artrópodo vale menos que la de Firulais, el perro del vecino? Habrá quien diga que los alacranes, las cucarachas, las moscas y otros animales causan enfermedades, pero también los gatos y los perros no vacunados, y hasta los humanos que nunca aprendieron a ponerse bien un cubrebocas o que salen del baño de un bar sin lavarse las manos a saludar gente. ¿Dónde está la frontera entonces?
Es de aplaudirse que exista una Ley cuyo objetivo sea disuadir a las personas de cometer actos crueles en contra de otros seres vivos, y esta columna para nada persigue que sea de otra forma, pero al autor de estas líneas no deja de parecerle interesante la vara con la que medimos a determinadas especies. Varios estudios tienen la hipótesis de que podemos sentir más empatía por los animales que más cercanos son a nuestra especie, es decir, que genética y evolutivamente se parecen más a nosotros. Quizá por eso sintamos más compasión por un chimpancé o un perro, ambos mamíferos, que por una insignificante hormiga, cuyo único pecado fue posarse sobre los restos de dulces que dejamos caer al suelo.
No me mal interpreten, soy fanático de una buena hamburguesa al carbón, pero no puedo evitar pensar en lo complicado que sería otorgarles derechos plenos a los animales, y el embrollo moral y ético en el que nos meteríamos, terminando unos como asesinos y otros como hipócritas.