Josefa Ortiz de Domínguez nació el 8 de septiembre de 1768, en la linda ciudad de Valladolid, actualmente Morelia, Michoacán. Al morir su madre, la Tía María, quien vivía en la Ciudad de México, la protegió y tuvo a bien inscribirla en El Colegio de San Ignacio de Loyola, llamado “Las Vizcaínas”, por ser oriundos de Vizcaya, provincia española, sus fundadores; dirigido a hijas de familias provenientes de ese lugar, abierto en 1752, por la compañía de María de orientación jesuita.

Conoció a Miguel Domínguez, uno de los benefactores del patronato y prestigioso abogado, que la protegió desde los 17 años, mantuvieron una relación y contrajeron matrimonio en secreto en 1791, tuvieron catorce hijas e hijos. En 1802 él fue nombrado Corregidor de Querétaro y la familia se trasladó a esa ciudad. Fueron muy respetados, tanto por la buena administración de él, como por las obras de caridad y asistencia de Josefa, que ejercía en la sociedad con pobres, enfermos, e incluso, reclusas en la cárcel. Abrazó un movimiento donde veían la oportunidad de liberarse del yugo español, establecer la justicia y la igualdad. La valentía de Doña Josefa la llevó a tomar decisiones importantes para la historia de nuestro país. Conocida como la Corregidora de Querétaro, se destacó como una luchadora incansable para el logro de la independencia de la Nueva España y ser pieza fundamental de la conspiración de Querétaro, descubierta en agosto de 1810.

La hazaña de Doña Josefa Ortiz para el movimiento independentista fue el hecho de saber que la conspiración en la que participaba había sido descubierta y delatada al Gobierno virreinal. Y, sin importar que estuviera encerrada bajo llave, logró dar aviso al alcalde de la cárcel, Ignacio Pérez, también involucrado en la conspiración, de lo sucedido: fue éste quien avisó a Ignacio Allende, a los hermanos Juan e Ignacio Aldama y a Miguel Hidalgo. Gracias a este acto de impoluta valentía el levantamiento que estaba previsto para el 8 de diciembre durante la fiesta de San Miguel el Grande, se llevó a cabo en la madrugada del 16 de septiembre de 1810.

Cuando se le reconoció como heroína, se negó a recibir cualquier recompensa por sus esfuerzos invaluables para la consumación de la Independencia, para ella era deber de todo ciudadano luchar por la liberación de su patria.

Durante toda su vida fue muy perseverante sin preocuparle los riesgos o el precio que tuviera que pagar -la historia que es nuestro más sagrado testamento lo registra-. Le rendimos homenaje y admiración por siempre.

Murió antes que su esposo el 2 de marzo de 1829, en la Ciudad de México, fue sepultada en el convento de Santa Catarina y, posteriormente, exhumada para ser trasladada a la ciudad de Querétaro, junto a Miguel Domínguez.