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Octubre ha llegado y nos encontró en pijama, con el bostezo en las entrañas y las ganas de seguir durmiendo, para no mirar un país que se sigue repitiendo en los mismos errores y en las vanas promesas. ¿Los días?, el recordatorio preciso de una máscara que no se quita el tiempo y la mantiene sujeta al tic-tac de un segundero que no avanza y sigue aprisionado.

El primer día del mes, que los poetas llamaron mágico, por tener las lunas más bellas del año, se vistió de gala al recibir a la primera mujer Presidenta de México. Al parecer, el mandatario saliente proclama con bombo y platillo su partida y contundente retirada de la política, para ir abrazar árboles y contemplar pajaritos… lo raro del asunto es que todavía no se había ido y ya anunciaba, que el actual Secretario de Hacienda se mantendrá en el cargo, a lo que Sheinbaum, acató sin miramientos.

¡Ay octubre!, con tus lunas pasionales y tus noches de locura. ¿Y qué me dicen del 2 de octubre? ¡NO SE OLVIDA!, y sigue tan palpable en los corazones, como si la impunidad fuera el alimento diario del sistema político de México. Sólo nos basta mirar los diez angustiosos años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Familiares que siguen como mar embravecido, pidiendo justicia, una justicia que no llega, y no saben si llegará.

¡Ay octubre!, como dueles en las noches luminosas de tus lunas, las que esconden en la sombra las verdades que agonizan. Este mes carga en sus días la textura frágil de hojas otoñales, recostadas en las cementeras, que contemplan la desnudez de sus árboles y la emblemática fuerza natural que los rige. Y, ya que hablamos de la fragilidad en hojas otoñales, es inevitable posar los ojos y el corazón en la opresión de los seres humanos, en esa cansada y subversiva idea de conmemorar un año más el día de la raza. Todo lo que se vivió con los conquistadores fue y seguirá siendo motivo de vergüenza. Los conquistadores vinieron a violentar la autonomía de los pueblos indígenas, nos extirparon sin más, la cultura, religión, lengua, economía. Así, comenzó el destructivo racismo en América, ese odio que ha devastado al mundo y que sigue tan presente en México.

¡Ay octubre!, con tus lunas que lloran y tiemblan, en el agua podrida de una sociedad que aún se mira con el ojo empañado de la discriminación.

Si, octubre llegó, con su otoño en el lomo y las lunas galopando los días que nos esperan irremediables, con la incógnita en una mano y la esperanza en la otra, la que carga el corazón

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