Próximamente, los días primero y dos de noviembre, se celebra el “Día de Muertos” y de “Todos los Santos”, fervorosamente los mexicanos recuerdan el histórico y esplendoroso pasado, que la cultura prehispánica a heredado, creencias y ceremonias muy distintas que han contribuido a darle un vigoroso, así como pintoresco impulso de fiesta popular imaginable.

Todo el pueblo venera a sus difuntos adornando los altares con flores de cempasúchil y ofrendas de comida, dulces, pan de muerto, es decir, de todo lo que en vida le gustaba al ser querido.

Es muy reconfortante que no se haya perdido lo tradicional, lo típico, a pesar de la modernización de las costumbres, el cambio tan brusco de la época y las nuevas mentalidades. La fiesta del Día de Muertos ha trascendido las fronteras y estas conmemoraciones se destacan de otras, de la enorme producción de las industrias populares mexicanas, que simbolizan estos días, fabricando calaveras de azúcar, figuras de dulce, de papel, cerámica, juguetes, velas, etc.

Si visita el panteón es mejor que lo haga en la víspera o después, porque de otro modo se expondrá a pagar los precios muy altos, porque si en cualquier temporada del año, las flores están carísimas, es de esperarse que en estas fechas tan señaladas los señores del negocio para no perder la costumbre les suben escandalosamente los precios.

Ahondando en este tema ratificamos la importancia del “maíz multicolor” en la dieta del mexicano, en su mesa no falta la tortilla, los tamales, el atole, el pozole y más variedades culinarias, la mayoría no ha perdido el gusto de saborearlos.

Las antiguas culturas que vivieron en México, no sólo crecieron al amparo de este grano, sino que también cultivaban el cacao, usándolo como moneda, así mismo hicieron una bebida tonificante.

Todo esto ha hecho de la celebración de los “santos difuntos”, una importante muestra de la identidad cultural de los mexicanos y mexicanas, arraigada en nuestra historia.