Maestra incansable en el
ejercicio de la educación preescolar

En México, así como en otras naciones del orbe, la inclusión de la mujer en la enseñanza de la educación escolar significaba, en el pasado, una tarea muy difícil porque se pensaba que su misión en la sociedad era únicamente la de ser madre y ama de casa.

Hoy recordamos el aniversario luctuoso de la maestra Elma Rosa Castillo Castellanos, ocurrido el 5 de noviembre del año 2021.

Nacida en la linda ciudad de Mérida, Yucatán, un 9 de noviembre de 1939. Mujer talentosa en su especialidad como maestra en la educación de personas con trastornos de audición y lenguaje.

Egresada de la escuela normal de especialización de la Ciudad de México.  Al finalizar sus estudios y presentar su tesis, le es otorgada la mención honorífica por el tema: Problemas que existen en la comunicación entre terapeuta y paciente.

Por 30 años trabajó en la Secretaría de Educación Pública, así como en el Centro de Atención Psicopedagógica de Educación Preescolar (Capep). Al término de su carrera laboral, y al estar gozando de su jubilación, frecuentemente estudiantes de la misma especialidad se acercaban a ella para que los asesorara en sus tesis.

Unos días antes de su deceso, platicamos y me expresó: durante el desarrollo de mis actividades, como maestra normalista tuve la oportunidad de que me concedieran una beca por un año en el hospital psiquiátrico de la capital del país, consistente en el estudio del manejo de problemas de aprendizaje y de conducta entre niños de preescolar. Cuando la beca llegó a su fin sentí la necesidad de continuar investigando acerca de este camino tan extenso, circunstancia que propició elegir la especialidad en la educación de personas con trastornos de audición y lenguaje.

Por otro lado, y siempre con el espíritu de aprendizaje, fue alumna de la Universidad Marista, y estaba muy ilusionada por continuar los cursos para el adulto mayor en el semestre de enero a junio del año 2022.

En la vida que Dios le permitió vivir, afloró el gusto por viajar, conoció varios estados de la República y del extranjero; destacó su inteligencia, su pasión cultural, su inagotable bondad y especialmente su fe en el ser humano. Su partida (físicamente hablando) causó entrañable consternación porque finalizó su apostolado de sembradora.