|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La polémica que se ha desatado en los Juegos Olímpicos de París 2024 en torno a atletas que compiten en categorías femeninas, deja al descubierto que en ciertas disciplinas la seguridad de las mujeres queda en entredicho, así como el esfuerzo de las mismas por conseguir medallas.

La inclusión de personas que se autoperciben del sexo opuesto ha sido una constante en competencias internacionales, al menos desde 2010, cuestión que se ha ido abordando, según los casos que se presentan, por las diferentes federaciones deportivas que van poniendo reglas para dicha participación con el afán no de discriminar sino de proteger la integridad del deporte femenino.

Es así que se ha descalificado a muchos deportistas en categorías femeninas por sus altos niveles de testosterona y también han regulado que las personas que se autodefinen como trans hayan hecho esta transición antes de los 12 años para poder participar en las competencias; sin embargo, también surge la polémica por las personas que participan con desórdenes en el desarrollo sexual (DDS), como es el caso de algunas disciplinas como el atletismo o el boxeo femenino.

Cuando las consideradas mujeres trans (hombres XY) irrumpieron en el escenario femenino de los deportes fueron rompiendo récords y desbancando a mujeres (XX) de su propia categoría, con lo cual surgió el debate de si es ético dejar competir a hombres biológicos, aun cuando éstos se perciben a sí mismos como mujeres, tengan un acta legal como mujer o hayan hecho una transición hormonal y/o quirúrgica para parecer del sexo al que quisieran pertenecer, aunque esto en realidad sea imposible, ya que los cromosomas no se pueden cambiar por deseo.

Aun sabiendo esto, el tema sigue avanzando y está yendo cada día más lejos ante la complacencia de un numeroso grupo de gobiernos, políticos, legisladores y activistas que lo ven con agrado, sin importar que esté trastocando las esferas sociales, políticas, culturales y deportivas.

Antes de que nos tilden de “transfóbicos”, ponemos en tinta diferentes situaciones que nos hacen tan diferentes a hombres de mujeres, aunque con la misma dignidad y no por ello debemos permitir competencias desiguales en aras de la interseccionalidad, o de la inclusión, o de cualquiera otra calificación que se quiera apelar.

Las mujeres hemos luchado por siglos contra la discriminación, la violencia física, económica, política, la violencia digital, etc., que amenazan no sólo el acceso a nuestros derechos sino también a nuestra integridad y seguridad personal.

Para empezar, el varón tiene atribuciones físicas muy superiores a las mujeres en cuanto a fuerza, potencia, velocidad, masa muscular y forma de cuerpo; tienen más músculo y menos grasa corporal, un esqueleto más estrecho con extremidades más largas, pulmones y corazón más grandes, así como mayor nivel de hemoglobina que les permite transportar mayor cantidad de oxígeno al cuerpo; ello es debido a las hormonas que producen, como es el caso de la testosterona, y aunque reciban tratamientos hormonales para reducir e incluso eliminar los niveles de esta hormona en su cuerpo, siempre estará presente en por lo menos 5 veces más que en la mujer, lo que los coloca en una situación de gran ventaja; como por ejemplo si son deportes de pista y campo estarán por encima un 12%; si se trata de halterofilia se eleva al 30- 40%; si hablamos de saque en el tenis un 20% arriba y si se trata de potencia de golpe se incrementa a un 160%.

Estas capacidades vienen determinadas por los cromosomas XX o XY, si queremos equidad y justicia en competencias hay que reunir a los iguales, los demás atributos serán accesorios

Lo más leído

skeleton





skeleton