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En días pasados tuvimos la ocasión de viajar como familia al extranjero. A la hora de pasar al mostrador de la aerolínea, antes de darnos los pases de abordar nuestros nietos de 8 y 5 años fueron entrevistados: ¿cómo te llamas?, ¿con quién viajas?, ¿cómo se llaman tus papás? Mis hijos y una servidora felicitamos a los empleados, pues tan sólo esta acción se convierte en un factor de protección contra la explotación y abuso infantil.

Lastimosamente, México ostenta cuatro de los primeros lugares a nivel mundial en el delito de trata de personas en su modalidad de abuso y explotación sexual infantil, siendo Tijuana el número 1, Acapulco el 3°, Cancún el 4° y Puerto Vallarta el 6°; por si fuera poco, también somos primer lugar en producción de pornografía infantil.

Este crimen es sumamente lucrativo, las ganancias se calcula que ascienden a unos 150 billones de dólares anuales, mucho más rentable que el tráfico de cocaína o marihuana, de armas o de otros delitos, sólo por detrás de la comercialización y tráfico del fentanilo.

La esclavitud a la que someten a los niños para ser explotados sexualmente es una injusticia y abominación que duele, indigna y que nos rebasa en todos los sentidos. Se estima que en México cada 23 minutos secuestran a un menor para integrarlo a la red de trata; las desapariciones de los pequeños no siempre se dan a manos de adultos sospechosos o desconocidos, muchas veces sus secuestradores son otros niños de la red que mantienen como esclavos y que dejaron de servirles porque ya tienen cierta edad y dejaron de ser “atractivos” para sus depredadores.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su informe “Estimaciones mundiales sobre la esclavitud moderna” de 2021, se estima que 50 millones de personas viven es situación de esclavitud, y que aumenta considerablemente cada año, siendo las mujeres y los niños los grupos más vulnerables. Las personas con discapacidad, sobre todo intelectual, tienen tres veces más riesgo de ser abusadas, y muchas de ellas son menores de edad.

Saber estos datos no nos pueden dejar indiferentes, se convierten en una invitación a ser proactivos que no podemos rechazar, es muy importante que tomemos acciones concretas en la prevención, rescate, justicia y rehabilitación de los niños y mujeres víctimas de este delito.

Existen organizaciones internacionales y nacionales que buscan prevenir y orientar, unir esfuerzos y capacitar a los tres órdenes de Gobierno y la sociedad civil organizada para juntos poder ponerle un alto a este flagelo que cobra tantas vidas.

El Proyecto Freedom ha estado trabajando muy fuerte para obtener información fidedigna no sólo de nuestro país, sino también de nuestro país vecino, Estados Unidos, que al día de hoy representa el número uno en la demanda de niños para abusar. Es tremendo saber que ven a los niños como objetos de placer, sin importarles que violen no sólo su cuerpo, sino su integridad, su dignidad, su ser mismo en todas las dimensiones.

Por estas razones y muchas más vale la pena convertirnos en guardianes de la infancia, estar alertas de lo que ocurre a nuestro alrededor, si vemos alguna conducta sospechosa que involucre menores de edad no seamos indiferentes, es posible hacer una denuncia anónima al 089, una llamada puede salvar muchas vidas

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