Apuntes sobre el "boom latinoamericano"

Jaime Méndez: Apuntes sobre el "boom latinoamericano".

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Julio Cortázar, García Márquez y Vargas Llosa, tres autores de lujo de la literatura latinoamericana de todos los tiempos, representantes del llamado “boom latinoamericano”.

Independientemente de sus obras estos tres escritores fueron grandes amigos, desgraciadamente entre Vargas Llosa y García Márquez hubo una ruptura producto de algunas cuestiones ideológicas en donde la Revolución cubana fue protagonista.

Julio Cortázar, el mayor de los tres, nació en 1914, le llevaba 14 años a García Márquez y casi 20 años a Vargas Llosa. Era visto como el maestro, el mentor y lo refleja así un artículo de García Márquez que dice lo siguiente: “Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y por supuesto grandes envidias, Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente, la devoción”.

Igualmente Mario Vargas Llosa, en una carta, dice lo siguiente: “Durante los años sesenta en especial los 7 que viví en París fue uno de mis mejores amigos y también algo así como mi modelo y mi mentor, a él le di a leer en manuscrito mi primera novela y esperé su veredicto con la ilusión de un catecúmeno y cuando recibí su carta generosa con aprobación y consejos me sentí feliz, creo que por mucho tiempo me acostumbré a escribir presuponiendo su vigilancia, sus ojos alentadores o críticos encima de mi hombro; yo admiraba su vida, sus ritos, sus manías y sus costumbres tanto como la facilidad y la limpieza de su prosa y esa apariencia cotidiana doméstica y risueña que en sus cuentos y novelas adoptaba los temas fantásticos”. Así era la admiración que sentían ambos por Julio Cortázar.

Por otro lado, existe una carta que Cortázar le envió a su amigo Paco Porrúa, en agosto de1967, después de leer “Cien años de soledad”, donde dice lo siguiente: “En esos cinco días de calma y trabajo leí maravillado “Cien años de soledad” cuyo envío te agradezco inmensamente, desde luego le voy a escribir a Gabriel cuya doble guiñada de ojo a Fuentes y a mí en sendos pasajes del libro me conmovió mucho. En estos últimos años no veo nada comparable a esa novela; desde Venecia, Fuentes me escribió igualmente entusiasmado, en fin, los más viejos ya nos podemos morir, hay capitán para rato”.

Este fue el comentario de Cortázar después de leer “Cien años de soledad”, lo que ejemplifica que la admiración era mutua.

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