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R ecordamos al autor de esa famosa obra leída millones de veces en todo el mundo: “El Principito”, Antoine de SaintExupery. Nacido en Francia, piloto de guerra; unos años antes de haber escrito su obra maestra, crea una breve novela llamada “Vuelo nocturno”, en la que nos narra las aventuras de los pilotos de una compañía de navegación aérea allá en América del Sur aproximadamente por los años treinta, llevando el correo. Un trabajo agobiante, en el que el tiempo era su principal enemigo; es una novela con tinte biográfico, puesto que el autor lo cuenta y explica con conocimiento de causa, ya que él también fue piloto de correo aéreo en Argentina, por aquellos años.

La historia nos relata las aventuras de los pilotos en tres rutas aéreas, una que venía del sur, de la Patagonia; la otra venía de Chile, en el oeste; y la otra bajaba de Paraguay en el norte, las tres rutas convergían en Buenos Aires, ahí aterrizaban los aviones con los paquetes postales que serían embarcados hacia Europa. Ellos tenían que luchar contra los elementos naturales para poder llegar a tiempo, tenían un jefe en el aeropuerto que los presionaba e inclusive les cobraba los atrasos. Así, luchaban no sólo contra los elementos, sino también con sus propias responsabilidades, reglas y normas de la compañía de navegación aérea.

Al peligro impalpable de estas rutas aéreas, cuajadas de sorpresas, se añade, en este caso, el terrible misterio de la noche, los aviones tenían que viajar sin radares, pues en ese tiempo no existían los adelantos tecnológicos que hoy tenemos, venían apiñados en sus carlingas (cabinas), azotados por los elementos como el viento, la nieve y el frío, cruzando la cordillera de los Andes, eran vuelos difíciles y riesgosos. La novela, aparte de contarnos los peligros a los que se enfrentaban estos pilotos, también ahonda en los corazones de estos hombres en su lucha interior por encontrar la felicidad en la aceptación de un deber. Esta es una novela corta, cualquiera podría leerla en un… “Vuelo Nocturno”.

Ahora, de Antoine de Saint Exupery, recordamos uno de los fragmentos memorables de “El Principito”:

“A las personas mayores les gustan las cifras sobre todas las cosas. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: ¿qué tono tiene su voz?, ¿qué juegos prefiere?, ¿le gusta coleccionar mariposas? Pero en cambio preguntarán: ¿qué edad tiene?, ¿cuántos hermanos?, ¿cuánto pesa?, ¿cuánto gana su padre? Solamente con estos detalles creerán conocerle. Si le decimos a una persona mayor: he visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado, jamás llegará a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: He visto una casa que vale un millón de pesos. Entonces exclaman entusiasmados: ¡Oh, que preciosa es!”.

“Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”.

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