El monumento a los Montejo y el culto al conquistador (I)
Joed Amílcar Peña Alcocer: El monumento a los Montejo y el culto al conquistador (I)
El pasado 11 de octubre un grupo de personas mayas y racializadas, en compañía de Racismo MX y Kanan Derechos Humanos, presentaron al Ayuntamiento de Mérida una petición para retirar el monumento a los conquistadores Montejo del espacio público de la ciudad. Desde su inauguración, el monumento ha detonado críticas que provienen de personas del pueblo maya, la academia y organizaciones defensoras de los derechos humanos. Identifican a estas estatuas como una huella más del racismo y la violencia ejercida contra los pueblos indígenas.
El monumento fue instalado en el 2010, punto inicial del debate reciente sobre su pertinencia y significado. En realidad, esa fecha sólo marca la materialización de un proyecto ideado varias décadas atrás por un grupo yucateco defensor de la hispanidad y del pensamiento conservador. Por ello es importante delinear el origen del monumento, para poder ver el basamento ideológico sobre el cual se construyó. Las siguientes líneas servirán para bosquejar su historia.
Durante la primera mitad del siglo XX los grupos privilegiados de la región desarrollaron un sentimiento de nostalgia por la historia que encumbró como hitos de la identidad yucateca a la hispanidad, la experiencia porfiriana y la bonanza del henequén. En este discurso no había rastro de reflexión sobre el ominoso sistema de dominación colonial, la explotación agroindustrial o la desigualdad porfiriana.
Muchas de las personas que simpatizaban con esta narrativa formaron parte de círculos de preeminencia económica e intelectual, desde ellos promovieron acciones para materializar su memoria, integrarla al paisaje y hacerla más visible. En el año de 1929 la Liga de Acción Social propuso que se erigiera un monumento a los Montejo, varios intelectuales debatieron sobre la pertinencia de esta iniciativa.
Ricardo Mimenza Castillo opinó que así como Roma celebraba a Rómulo y Remo, Mérida debía honrar la memoria de quienes gobernaron “paternamente” este solar, pero aclaraba sutilmente que el homenaje era dirigido al fundador y no al conquistador. Antonio Ancona Pérez se integró a la discusión, para él “la sociedad sensata de Yucatán” debía aplaudir a la Liga de Acción Social por su iniciativa. Desde Valladolid, Francisco Cantón Rosado abogó por la inclusión de Francisco de Montejo “el sobrino” en el monumento.
No todo fue celebración, algunas voces cuestionaron a la propuesta de La Liga de Acción Social. Uno de los argumentos más críticos fue realizado por Nicolás Moguel, él argumentó que el abuso de la fuerza y el haber privado de su libertad a los mayas no era meritorio de gloria. Con el mismo tono de protesta Carlos P. Escoffié escribió que el único acto verdadero de justicia sería evitar que el monumento a los conquistadores fuera puesto en pie.
Discutir la pertinencia de monumentos dedicados a figuras históricas vinculadas a la dominación de los pueblos indígenas es un tema de actualidad permanente, lo seguirá siendo en tanto no dejemos de pensar que se trata de una discusión sobre “arte” o “patrimonio” desprovista de intencionalidad ideológica o de clase. En la historia del proyecto inicial del monumento a los Montejo, a la par del discurso de exaltación de dos figuras de la hispanidad se fraguó también una campaña que criticó la revitalización de la lengua maya. (Continuará).