Una visita a Valladolid de hace 165 años (I)
Amílcar Peña Alcocer: Una visita a Valladolid de hace 165 años (I).
Las deplorables condiciones de las vías de comunicación a mediados del siglo XIX impedían la ágil y rápida movilización de la población. Emprender el camino de Yaxcabá a Mérida, de Tizimín a Izamal, o de Valladolid al puerto de Sisal, era por sí solo una aventura asegurada. Los viajeros del interior del Estado, cuando eran de mirada acuciosa e imaginación perspicaz, tomaban registro en su memoria del paisaje, de las personas y las costumbres.
La dificultad del traslado generó durante el siglo XIX el ánimo de documentar el viaje mediante notas, memorias y breves anécdotas de las experiencias vividas. Algunos de estos textos llegaron a la imprenta como presunciones de modestos viajes por nuestra matria y para ilustrar sobre la vida en los pueblos del interior de Yucatán. En el año de 1861, Joaquín Castillo Peraza publicó en La Guirnalda sus “Apuntes de una visita a Valladolid”, realizada en el año de 1857, cuyo recuento se escribió tres años después. En el texto el hijo de Gerónimo del Castillo hace un repaso de lugares, personas y costumbres, de opiniones y asombros.
Una primera impresión sobre un distintivo cenote de Valladolid, apreciaciones sobre las condiciones materiales de los templos vallisoletanos son algunos detalles de la crónica de un meridano que llegó a disfrutar de un paseo vallisoletano. Dejamos al lector una primera parte de la crónica antes mencionada de Castillo Peraza:
“He aquí una de nuestras poblaciones que más deseaba conocer, acaso por la curiosidad que despiertan sus acontecimientos históricos de tiempo inmemorial que han sugerido materia a algunos compatriotas nuestros para amenizar a sus periódicos, y el distinguido poeta español D. Antonio García Gutiérrez para la concepción de dos dramas y un romance, o acaso por la circunstancia de haber sido el teatro donde las hordas de indígenas insurreccionadas el año de 47 perpetraran los actos más horrendos de crueldad, semejantes a las escenas de barbarie y abominación que señalan en el cristianismo la época de Herodes el 1o”.
“Eran las tres de la tarde del diez de mayo de 1857 cuando entraba yo en Valladolid, y a decir verdad, la idea ventajosa que de ella tenía formada, por lo que había oído siempre ponderarla, se desvaneció en aquel momento, porque tal creía llegar a una población desierta, por el silencio que reinaba y el aspecto melancólico que presenta la ciudad”.
La reposada ciudad de Valladolid era a ojos de su visitante un lugar inquietante, que distaba del imaginario colectivo de una ciudad que figuraba ampliamente en la historia regional como baluarte de la cultura criolla peninsular. Al parecer los mejores días de esta histórica población habían quedado atrás, comprobar esto fue el principal impulso del turista Joaquín Castillo. (Continuará).