Fantomas y las bibliotecas perdidas, saqueadas o quemadas (I)

Joed Amílcar Peña Alcocer: Fantomas y las bibliotecas perdidas, saqueadas o quemadas (I).

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Julio Cortázar no sólo fue un genial autor de novela, cuento y correspondencia, también se las ingenió para escribir el argumento de una historieta: Fantomas contra los vampiros multinacionales. En esta peculiar obra Octavio Paz es un personaje más, el mexicano toma presuroso el teléfono, con inaudita destreza marca en busca de ayuda y con desesperación dice a su interlocutor: “Fantomas, tienes que venir enseguida, están quemando los libros y las bibliotecas. ¡El arte Fantomas!”. El superhéroe atiende al llamado y tras arduas investigaciones encuentra en París al pirómano cultural, derrotándolo con un golpe contundente. La cultura estaba a salvo del fuego consumidor.

Esta peculiar historia nos remite a uno de los temores más grandes de las sociedades modernas: la pérdida de la cultura. Sin saber a ciencia cierta porqué, sea por razones genéticas de la cultura o por inexplicables motivos de orden psicológico, la quema y el robo de libros son la mayor afrenta a las artes y a la razón en nuestro imaginario colectivo. A pesar de esto, hay un elevado número de personas que demeritan al libro, no importándoles su desaparición. En el mejor de los casos, se lamentarán si las víctimas bibliográficas son obra de aquellas personas a quienes consideran parte del canon literario. En esta ecuación de quemas, desapariciones y lamentos, lo importante es el libro como símbolo de la cultura.

Julio Cortázar entendía al libro como: “una de las múltiples modalidades que asumen nuestros pueblos para expresarse, para interrogarse, para buscarse en el torbellino de una historia sin piedad, de un drama en el que el subdesarrollo, la dependencia y la opresión se coaligan para callar las voces que nacen aquí y allá en forma de poemas, canciones, teatro, cine, pinturas, novelas y cuentos”. Se trata de una modalidad, pero que es la más representativa del quehacer cultural e histórico de nuestras sociedades. Atentar en su contra es hacer más fuertes las ataduras de nuestros pueblos.

Posiblemente nuestra falta de memoria o conocimiento sobre la situación de nuestro patrimonio bibliográfico condiciona nuestra indiferencia ante los atentados que se perpetúan en contra de la cultura.

Por ese motivo, me permitiré durante las siguientes semanas hacer un recuento de casos dignos de una nueva tira cómica de Fantomas como defensor del impreso y la cultura. Sobre libros robados, desaparecidos y quemados estaré escribiendo, esperando que el lector encuentre en esas historias uno que otro dado que le haga valorar la existencia de las bibliotecas y sus colecciones como vínculos con nuestro pasado, cultura e identidad. (Continuará).

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