Fe, historia y Jesús el Cristo: su historicidad (III)

Joed Amílcar Peña Alcocer: Fe, historia y Jesús el Cristo: su historicidad (III).

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Es común que ante la llegada de la Semana Santa se susciten debates en torno a la historicidad de Jesús de Nazaret, unos cordiales y otros rayando en la ofensa. Los defensores de su existencia recurren a los textos del Nuevo Testamento como prueba y los escépticos piden más evidencia sobre su presencia en la tierra, evidencia que en su opinión es inexistente.

¿Se han encontrado testimonios sobre Jesús además de los textos neotestamentarios? La respuesta es sí, conocerlos puede ayudar a mejorar la argumentación de unos y aminorar el desconocimiento sobre fuentes históricas de otros. Veamos algunos historiadores no cristianos de los siglos I y II que dieron cuenta de Jesús y el movimiento que desencadenó.

Plinio el joven fue un funcionario del Imperio Romano en el actual territorio de Turquía, de él se conserva una serie de cartas que intercambió con el emperador Trajano entre los años 110-112, en ellas notificó la existencia de un grupo de personas que adoraban al llamado Cristo como si de un Dios se tratara. Los identifica como “cristiani”, a varios de ellos entrevistó, torturó y orilló a retractarse del culto que practicaban.

Josefo fue un historiador judío del primer siglo, escribió por encargo un libro llamado Antigüedades judías, en esta obra hace dos menciones a Jesús. La primera de ellas, en su versión más antigua y consideraba original (tomada de un manuscrito árabe, la copia más antigua que se conoce), dice: “en este tiempo existió un hombre de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los convertidos en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Según esto fue quizá el mesías de quien los profetas habían contado maravillas”. En su obra ofreció una segunda mención, específicamente cuando narra como Santiago, a quien Josefo identifica como hermano de Jesús, fue condenado a muerte por el sanedrín.

Tácito y Suetonio fueron historiadores romanos que vivieron la segunda mitad del silgo I y la primera mitad del siglo II. Documentaron el actual de los césares y emperadores, en sus libros expresaron su preocupación y sorpresa por el surgimiento de los adoradores de Jesús el crucificado. Ambos calificaron a este nuevo culto como pernicioso, afirmando que su rápida propagación por ciudades y pueblos no era nada bueno.

Además de estos historiadores podemos tomar como referencias de la historicidad de Jesús el amplio número de evangelios apócrifos y textos religiosos de sectas judías. El Evangelio de Tomás compiló frases y dichos de Jesús, el Evangelio de Pedro narra la crucifixión desde otra perspectiva, los documentos de la secta de los esenios hablan de un “Maestro de Justicia” en una posible referencia a Jesús.

A pesar de estas evidencias hay lagunas de información, como es usual en todos los personajes de la historia antigua, pero es innegable la existencia de una serie de registros del primer siglo que coinciden en afirmar la existencia de un hombre llamado Jesús, muerto en una cruz y que inició un nuevo culto. ¿Qué dice la arqueología? Eso lo abordaremos en nuestra siguiente colaboración. (Continuará).

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