Iglesias evangélicas, posmodernidad y sociedad (III)
Joed Amílcar Peña Alcocer: Iglesias evangélicas, posmodernidad y sociedad (III).
Existe una profunda distancia entre los pronunciamientos de las iglesias evangélicas y la sociedad a la que pretenden impactar. Las razones son múltiples, pero me parece que dentro de ellas dos merecen atención: 1). La sociedad posee más información, en consecuencia, quienes quieran ser referentes para la toma de decisiones requieren de una argumentación más sustentada. 2). Existe una tendencia en las iglesias evangélicas de alejarse del “mundo”. Ahora abordaré el punto uno.
Parece un absurdo para los cristianos, pero la realidad apunta a que nos encontramos en una lucha por los sentidos y la razón, incluidos los saberes compartidos en la iglesia. Si bien la posmodernidad plantea la posibilidad de maleabilidad y liquidez, no está cancelada la búsqueda de verdades aglutinadoras de las necesidades humanas. La pregunta es, ¿quién podrá suplir esa necesidad? Las prácticas y discursos que presenten mayor consolidación ante el cambio repentino, pero que tengan lógica en su explicación.
Es evidente que son pocas las iglesias que han logrado transmitir lo razonable de su propuesta de transformación a través de la fe. Para muchos líderes es inconcebible pensarlo así, sin embargo, una lectura detenida del texto bíblico revela que la conversión, si bien es por fe, implica un acto de encontrar esa fe como una respuesta razonable y lógica: las reflexiones de Eclesiastés, las amonestaciones contra la necedad, recibir entendimiento sabiduría de lo alto, Pablo predicando en Grecia e, incluso, la necesidad de cantar con el entendimiento.
Concretamente en este punto se ha desdibujado el papel de la iglesia evangélica. Se habla desde la honestidad bíblica, pero se requiere integridad plena (que si no fuera plena no sería tal cosa), también es necesario hablar desde la honestidad académica. Quien esté al pendiente de la actual discusión evangélica sabrá que algunos de sus conceptos recurrentes son: batalla cultural, marxismo, comunismo y adoctrinamiento. Casi en todos los casos que emplean estos términos para su análisis social, lo hacen desde el error, desconociendo el sentido de los términos, sus características y sus alcances actuales. Tan es así que algunos dicen que la iglesia debe ser contracultural, sin definir que es contracultura y situándose así en el mismo espectro de punks y hippies. ¿La iglesia está llamada a ser contracultural o reformadora de la cultura? Ambas cosas son muy diferentes, pero el desconocimiento puede llevar a equipararlas.
¿Dónde quedó la honestidad académica en las iglesias evangélicas? No es tan fácil dar una respuesta. Hay un genuino interés por predicar la verdad evangélica, faltaría amparar esto con información certera. Tristemente he notado que, cuando se cuestionan estas posturas con una intención genuina de reflexionar sobre las formas de comunicar las posturas de la iglesia, las reacciones hacia quienes se atreven a sugerir una revisión de lo que se dice es la denostación y la reducción al absurdo. No hay diálogo que refleje amor.
Timothy Keller, en su libro “Una fe lógica”, menciona que las iglesias que buscan mantener el control (a través de una evidente falta de diálogo entre sus miembros) generan injusticias y experiencias no deseadas en la iglesia. Estamos ante dos posibilidades: las iglesias se han apartado de la idea de tener una fe lógica o han dado pasos seguros para ser iglesias que controlan, incluidas las ideas. Una cosa siempre acompaña a la otra. (Continuará)