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Entra un loco con su linterna encendida en pleno día al pueblo. ¡Es tan sólo un “loco”! Pregunta a los lugareños, “¿dónde está Dios?”, empero bajo la lógica que quien pregunta tiene una posible respuesta, asevera: “¡se los voy a decir, nosotros lo hemos matado, ustedes y yo, todos somos unos asesinos!”, algunos se burlan y lo increpan irónicamente, “¿pues estaba enfermo?”, “¿de qué murió?”.

Con esta paradoja en La gaya ciencia, Nietzsche quiere expresar la muerte de la razón. Entendida como la facultad del ser humano de pensar, de reflexionar para llegar a conclusiones y formar juicios. La razón establecida bajo principios lógicos tales como el de identidad, el de no contradicción, el tercer excluido y el principio de razón suficiente entre otros.

La razón, como fuerza generadora del orden en el universo y en la vida del hombre moderno, es la que había fallecido. De esta manera explica el nihilismo como futuro determinado del ser humano. En lo subsecuente, cada individuo tendrá que ser un superhombre. No superlativo, sino un ser pensante que deberá resolver las nuevas interrogantes de la razón.

En lenguaje simulado “el futuro nos alcanzó” y nos encontró pensando en el pasado. Al que no dejamos ir, pero tampoco nos permite enfrentar los retos del presente. Es un pasado que se niega a irse. Anclado en la irracionalidad posmoderna, de influencers, tik-tokeros y youtubers como vendedores de formas sin contenido. De risas sin fondo.

Habría que repensar la idea nietzscheana de “la muerte de Dios” en el mundo líquido de nuestro tiempo, para poder entender la permisión jurídica de nuestra Suprema Corte sobre el libre desarrollo de la personalidad en la autorización jurídica de la trieja (matrimonio entre tres). Sin soslayar la discusión sobre las personas consideradas No binarias (Ni hombre, ni mujer). Incluso llegar a concluir si a lugar para discutir sobre los términos lingüísticos consecuenciales que se refieren a supuestos géneros como elle o compañere. ¿Dónde estriba la razón? A pesar del esfuerzo de explicar la disputa por el género de la filósofa norteamericana Judith Butler, parece la razón quimera de un avatar posmoderno. Por momentos pensamos que Judith trata de explicar su orientación e identidad a través de la pulverización de los géneros como constructos sociales.

Cómo entender un mundo donde impera la irracionalidad en la vida común. En palabras de Hegel: “El hombre no es lo que es y es, lo que no es”. Semejante a la descabellada ciber-idea de navegar a toda velocidad, pero sin un sistema de posicionamiento global (GPS). ¿A dónde tan aprisa?

Como construcción y actividad humana, la política también lleva una gran dosis de irracionalidad. El cinismo y la mentira son comunes denominadores. La falta de ética y moral es el pan nuestro de cada día. Algún viejo filósofo griego se atrevió a sostener: “Todo estará perdido cuando los malos sirvan de ejemplo y los buenos de burla”. Nos negamos a sostener la maquiavélica idea de que política y ética no pueden ir juntas, mientras haya un halo de esperanza y un sueño en libertad.

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