Gimnasios llenos y bibliotecas vacías
José Luis Ripoll Gómez: Gimnasios llenos y bibliotecas vacías.
El hombre prudente y sobrio huye de los placeres peligrosos (deseo y dolor), porque también tiene los que la sabiduría sola puede proporcionar Aristóteles
Una de las mayores interrogantes filosóficas que el hombre ha planteado es la relación entre lo racional y lo sensible. Es decir, entre la razón y lo visceral.
Los humanos estamos llenos de cosas emocionales. El mundo de la razón dejó de ser desde el siglo XVIII el eje central; hoy la sinrazón reina por doquier. Lo sensible tiene un lugar primordial en la sociedad.
El hombre pensante prefiere no dejarse llevar por los placeres mundanos, el placer por el placer, sin embargo muchos se entregan a ellos. En ideas del sociólogo Zygmun Bauman, el pasado tenía estructuras fijas, sólidas, en contraposición a lo líquido de hoy, a lo diluido de la vida moderna. Ahora las personas establecen vínculos pasajeros con los demás, por miedo al compromiso: es el amor light. Los jóvenes son líquidos, no piensan en un empleo fijo donde permanezcan 30 años como en el pasado, sino algo fluido, donde se puede cambiar fácilmente. Vivimos la era de los gimnasios llenos y el vacío de las bibliotecas, el culto al cuerpo y el olvido de la mente, siempre abierta la posibilidad de nuevos comienzos. Nada parece permanente. En palabras de Aristóteles: “[…] los más vulgares ponen el bien supremo en el placer, y por eso aman la vida voluptuosa”.
Las personas están ávidas de experimentar placeres, de dejarse llevar por lo fluido, lo fácil. Desde Tinder hasta Facebook. Estamos muy cerca unos de otros y, sin embargo, desde el anonimato de una pantalla electrónica hacemos como que socializamos en el ciberespacio cuando en realidad estamos solos. Tenemos prisa por vivir, pero no objetivos identificados. Deseamos llegar rápido a ningún lugar, a un punto que no conocemos. De prisa, pero sin saber a dónde.
Los prudentes buscan el placer mesurado. Saben que el mañana existe y hay que vivir, mientras que para el hombre arrebatado, el mañana se agota, quiere la vida hoy, no sabe si mañana vivirá. “El hombre prudente sólo piensa en sus dificultades cuando ello tiene algún objeto. Cuando no, piensa en otra cosa”, argumenta Bertrand Russell.
Platón refiere en La República que la templanza es una virtud cardinal. Esta cualidad la debe poseer el que aspira a ser sabio, junto con la justicia, la fortaleza y la prudencia. Los prudentes son bienvenidos en muchos lados, los irascibles generan problemas. Epícteto afirmaba que “La prudencia es el más excelso de todos los bienes”