Renunciar al derecho a quedarse callado

José Luis Ripoll Gómez: Renunciar al derecho a quedarse callado.

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El sociólogo Zygmunt Bauman sostenía que los tiempos actuales son de sociedades líquidas, casi todo tiene fecha de vencimiento, se desvanecen, son ligeras, no tienen pretensiones de afianzarse, sino por lo contrario, ser desechadas.

Para algunos, el lejano futuro nos alcanzó. Otros nacieron en lo líquido, lo que se diluye. Debemos confiar en que las nuevas generaciones sabrán entender este mundo líquido. Ante este tipo de sociedades ¿qué papel juega la literatura?, ¿tiene futuro la poesía y la filosofía en un mundo posmoderno dominado por la sinrazón?

La poesía suele petrificar la historia de los pueblos, mientras que la historia cuenta lo que pasó. Es verdad que, si invertimos la frase, podemos afirmar junto con el poeta alemán Heinrich Heine: “El historiador es un profeta que mira hacia atrás”. La historia es un relato hacia atrás, ver el pasado, con propósito de valorar el presente y configurar el futuro. Tratar de influir en el tiempo por venir; prevenir el futuro. Por su parte, la poesía es un filosofar con estilo; en palabras de Octavio Paz: “la erotización del lenguaje”. Hacer poesía es una posibilidad de también hacer filosofía armonizando el lenguaje, un concepto de estética filosófica. Esto lo sostenía brillantemente el poeta cubano José Martí: “El verso, por donde quiera que se quiebre, ha de dar luz y perfume”.

Se sabe que entre Platón y Aristóteles el más abocado a la poesía era el primero. Sin embargo, Aristóteles no es del todo ajeno, ya que reconoce en la poesía el relato que cuenta lo universal y, en la historia los hechos duros, lo particularizado. La poesía para él tiene pretensiones universales, en cambio, la historia es un hecho particular.

Desde la poesía se pueden expresar posturas filosóficas. “La poesía en el fondo es una crítica de la vida”, sostiene Matthew Arnold. El Diccionario de la Lengua Española señala que poesía es: “Manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra en verso o en prosa”. Poesía es percepción, posibilidad de dimensionar la vida y vaciar la idea en palabras armónicas, privilegiando la estética. Es fondo y forma, y desde luego es opción filosófica.

Del encuentro entre Diógenes “El Cínico” y Alejandro Magno, Ramón de Campoamor hizo este poema (extracto):

Uno altivo, otro sin ley,
así dos hablando están.
De tu cinismo el crisol.
–¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo,
pues no me quitas el sol!–
–Vivir podré aborrecido, mas no moriré olvidado.
–Viviré desconocido, más nunca moriré odiado.

Lo que nos corresponde es seguir divulgando el pensamiento filosófico en la sociedad. Alguien sostuvo con verdad que quién entraba al estudio de la filosofía renunciaba al derecho a quedarse callado.

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