Las cosas no siempre son como parecen
José Luis Ripoll Gómez: Las cosas no siempre son como parecen.
Se recibe a los hombres según el vestido
que llevan, pero se les sale a despedir según el
talento que han demostrado.
Saadi. Musil-al-Din
En el siglo XVII, René Descartes decía que debíamos desconfiar de los sentidos, porque nos pueden engañar. Las cosas no siempre son como parecen. Las apariencias engañan. Por eso propuso su cogito ergo sum (pienso, luego existo). Lo que nos asegura que existimos es que pensamos.
Las sociedades de hoy viven de mucha simulación. Una parte de los actos sociales son simulados. Seguramente el lector se acuerda del cuento Hans Christian Andersen, “El traje nuevo del emperador”, donde “sastrecillos” defraudadores le venden la idea al gobernante de traer telas finas, pero tan finas, que sólo la gente inteligente las vería, por lo que el rey manda a confeccionar un “hermoso traje” para estrenarlo durante el desfile del pueblo. Como “radio-pasillo” corre la voz por el reino, todos los súbditos están enterados de la idea de la “tela maravillosa”. Hasta que a la hora del desfile un inocente niño grita “el rey está desnudo”, aparentemente era el único tonto del reino. Mientras los defraudadores huían por el traspatio. Hay veces en que las personas hacen lo que ven que los demás realizan con los ojos cerrados, se dejan llevar por formas y apariencias.
Viene a colación este cuento porque en muchas ocasiones sucede esta psicología colectiva que hace que muchos frente a una obra artística nos comportemos como agudos críticos de arte, no obstante, en la mayoría de los casos, no entendemos nada de pintura artística. Simulamos como que conocemos, pero en el fondo nos dejamos llevar por la masa. “Dios os ha dado una cara y vosotros os haceis otra”. Dice William Shakespeare. Somos simuladores.
Nuestro sistema jurídico simula muchos hechos y actos. Son varios los órganos del Estado mexicano que simulan. Es decir, realizan actividades sólo para aparentar situaciones de hecho que le sirva al derecho de base jurídica. “La socialización” de los temas populares a las organizaciones de la sociedad civil es una muestra de ello. Se utilizan a esas organizaciones para simular actos democráticos. Para darle un ropaje de participación ciudadana organizada. Se simula incluso con supuestas organizaciones de profesionistas agremiados que sólo sirven para pretensiones grupales. Es el México de la apariencia. La propia representación popular es un mito.
Miguel de Cervantes sostiene que: “No andas, Sancho, desceñido y flojo; que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado”. Vivimos en un mundo de apariencias. Diógenes “El perro”, (cínico), retaba a la sociedad de su época a vivir sin más cosas que las que la naturaleza nos otorga. Vivir sin apariencias. En un mundo como el de hoy, parece una misión imposible. Vivir ligero, con tan sólo lo que uno puede llevar a cuestas.